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Disponemos de cuantas oportunidades deseemos darnos, para iniciar una nueva vida, que nos posibilite el hecho de alcanzar, la plenitud de la felicidad, en conformidad con las posibilidades, con que contemos para ello. (Ejercicio de lectio divina del Evangelio del Domingo primero de Adviento del Ciclo A).

   Domingo I de Adviento del Ciclo A.

   Disponemos de cuantas oportunidades deseemos darnos, para iniciar una nueva vida, que nos posibilite el hecho de alcanzar, la plenitud de la felicidad, en conformidad con las posibilidades, con que contemos para ello.

   Ejercicio de lectio divina de MT. 24, 37-44.

   Lectura introductoria: MT. 24, 36.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.
   R. Amén.

   Orar es conocer la Palabra de Dios, aplicarla a nuestra vida de fe, y aprender a hablar con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, mediante la práctica de la oración.
   Orar es hacer nuestro mejor esfuerzo para superarnos en los terrenos espiritual y material.
   Orar es tener presente que nuestra vida cristiana está encaminada a que seamos plenamente purificados y santificados, a fin de que podamos vivir, en la presencia de Nuestro Padre común.
   Orar es no cifrar nuestra esperanza exclusivamente en esta vida, pues somos peregrinos que esperan alcanzar, su patria definitiva.
   Orar es hacer cuanto se espera de nosotros, para que el retorno de Jesús al mundo, no sea sorpresivo para los hijos de Dios.
   Orar es vivir permanentemente velando, porque no sabemos cuándo acontecerá la segunda venida -o Parusía- del Señor, y queremos estar dispuestos a recibirlo.
   Orar es saber que velar consiste en cumplir la voluntad divina en conformidad con nuestras posibilidades, pues, el hecho de aguardar el retorno del Señor, no debe producirnos angustia, ni miedo a no alcanzar la salvación.
   Como no sabemos cuándo acontecerá la Parusía del Señor, mostrémonos dispuestos a recibirlo, estudiando y meditando su Palabra, haciendo el bien en beneficio de quienes tienen carencias espirituales y materiales, y orando. Tal como se dispone a defenderse el dueño de una casa de un ladrón de quien sabe que intentará despojarlo de sus pertenencias durante la noche, se espera de los cristianos, que nos dispongamos a recibir a Jesús, cuando acontezca su Parusía.

   Oremos:

   Un año más, empezamos a vivir el tiempo de Adviento, en que recordamos las dos venidas de Jesús al mundo, e iniciamos una nueva andadura litúrgica. Quizás celebramos gozosamente el inicio del año cívico el día uno de enero, pero no celebramos el primer día del calendario litúrgico anual de la Iglesia, probablemente, por falta de formación religiosa.
   ¿En qué ha cambiado nuestra vida durante el último ciclo litúrgico, en los niveles espiritual y material?
   ¿Tenemos más fe en el Dios Uno y Trino que cuando iniciamos el Adviento hace aproximadamente un año?
   ¿Hacemos más obras caritativas por habernos enriquecido espiritualmente durante el último ciclo litúrgico, y haber comprendido que dar es tan importante como recibir?
   ¿Qué esperamos que nos conceda Dios durante el ciclo litúrgico que comenzamos a vivir este Domingo I de Adviento?
   ¿Qué esperamos alcanzar por nuestro medio con la ayuda de Dios durante el presente año eclesiástico?
   El Adviento nos recuerda que vamos a disponernos a celebrar el Nacimiento de Jesús el próximo veinticinco de diciembre. No celebremos tal acontecimiento rutinariamente, sino pensando en la novedad que le aporta a nuestra vida, el hecho de creer en el Dios Uno y Trino. Dispongámonos a recibir y adorar a Aquel que nació entre los más desfavorecidos, y llegó a ser la cabeza de la Iglesia. Dispongámonos a adorar a quien nos dio ejemplo de que, sirviendo a los carentes de nuestros dones espirituales y materiales, no tenemos nada que perder, y tenemos la posibilidad de formar parte, de la familia de Dios.
   Pidámosle al Espíritu Santo que nos acompañe en esta nueva andadura litúrgica que empezamos a vivir este Domingo I de Adviento, a fin de que crezcamos en fe, caridad y santidad, y de que no deseemos crecer aislados, sino junto a nuestros hermanos en la fe, y quienes se adhieran a la fundación de Cristo, durante el presente ciclo litúrgico, que hoy empezamos a vivir.

   2. Leemos atentamente MT. 24, 37-44, intentando abarcar el mensaje que San Mateo nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de MT. 24, 37-44.

   3-1. Contexto en que está situado el texto evangélico que vamos a considerar en el presente trabajo.

   El capítulo veinticuatro del Evangelio de San Mateo, contiene el discurso apocalíptico de Jesús, en que se describen la destrucción de Jerusalén acaecida el año setenta del siglo I, y los acontecimientos relacionados con el fin del mundo, ya que, muchos cristianos que vivieron durante el siglo I, creyeron que faltaba muy poco tiempo para que Jesús concluyera la plena instauración de su Reino, en el mundo. El fragmento del citado texto que consideraremos en esta ocasión (versículos 37-44), es una equiparación de lo que sucedió en tiempos de Noé cuando aconteció el diluvio universal (GN. 6-1- 9, 17), con lo que acaecerá al fin de los tiempos, así pues, de la misma forma que la humanidad no aceptó la predicación de Noé antes de que acaeciera el diluvio universal y por ello fue condenada a sucumbir bajo los trágicos efectos de la lluvia torrencial, cuando acontezca la segunda venida -o Parusía- de Jesús, muchos no podrán alcanzar la salvación, porque se negarán a aceptar al Mesías.

   3-2. el sorpresivo retorno de Jesús, el Hijo del hombre (MT. 24, 37-39).

   Tal como el diluvio universal acaeció sin que toda la humanidad estuviera dispuesta a creer en Dios, cuando acontezca la segunda venida de Jesús, no toda la humanidad lo aceptará, como Dios personal, y, consecuentemente, no todos podremos alcanzar la salvación. Tal como sucedió en tiempos de Noé, nos relacionamos con nuestros familiares, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, e intentamos alcanzar la plenitud de la felicidad, pero quizás nos sucede que vivimos a nuestra manera, y no tal como Dios desea que lo hagamos. Si es este nuestro caso, no olvidemos que aún tenemos tiempo para convertirnos al Evangelio predicado por Jesús, ya que Dios no desea que cumplamos su voluntad caprichosamente, pues sabe lo que podemos hacer, para alcanzar la plenitud de la dicha.
   ¿Cómo podemos prepararnos a recibir a Jesús cuando acontezca su Parusía? Muchos cristianos se dispondrán a morir santamente, leyendo la biblia, y orando incesantemente. A pesar de ello, otros piensan que, en lugar de vivir rezando, lo mejor que pueden hacer para alcanzar la salvación, es hacer todas las obras de caridad, que les sea posible. Personalmente, nunca me cansaré de afirmar que los cristianos necesitamos conocer la Palabra de Dios, aplicarla a nuestras vidas haciendo el bien, y conocer el arte de la oración, y no considero que hay que hacer el bien para sobornar a Dios, sino por mera satisfacción.
   Quienes no sentimos miedo al pensar en el retorno de Jesús al mundo como Juez de la humanidad, queremos buscar aplicaciones del Evangelio que estamos considerando, que nos animen a seguir superándonos. Es por ello que nos dispondremos a recibir al Señor amando a nuestros prójimos como a nosotros mismos, pero no más que a nosotros, sino, como a nosotros mismos. Esforcémonos en superar las situaciones que nos hacen sufrir en la medida que nos sea posible, y hagamos el bien, pero no para que Dios nos pague cuando le pasemos factura, sino, por la satisfacción de saber que, aquellos a quienes ayudemos, podrán seguir superándose, a sí mismos.

   3-3. ¿Quiénes alcanzarán la salvación? (MT. 24, 40-41).

   Dado que en el siglo I muchos cristianos llegaron a creer que Jesús estaba por concluir la plena instauración de su Reino en la tierra, pensaron mucho en lo que les sucedería si no eran salvos, o si se salvaban ellos, pero sus familiares no eran aceptados, en el Reino mesiánico, o viceversa. A este respecto, las palabras escritas en HCH. 16, 31, debieron ser un gran consuelo, para bastantes lectores, del tercer Evangelista.
   En la actualidad, quienes valoramos la posibilidad de que lo que nos encontremos más allá de esta vida sea un reflejo de lo que estamos viviendo, aceptamos el reto de seguir creciendo incesantemente, para no quedarnos estancados y sentir que nos empequeñecemos en este mundo, y para alcanzar la mayor dicha, cuando crucemos el umbral de la puerta del cielo.
   ¿Cómo empezaremos a experimentar la salvación?
   ¿Hará Dios que superemos lo que nos hace sufrir mágicamente, o nos dejará que lo superemos por nuestro medio a lo largo de la eternidad, porque sabe que lo que aprendemos por nosotros mismos, se nos graba en la mente mejor, que lo que nos dicen otras personas?

   3-4. Permanezcamos en vela, mientras acontece la segunda venida del Señor (MT. 24, 42-44).

   Velar es estudiar y meditar la Palabra de Dios.
   Velar es aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida, haciendo cuantas obras caritativas nos sea posible.
   Velar es hablar con Dios, y convertir nuestros gestos y obras, en fervientes oraciones.
   Velar es no perder la fe en alcanzar la plenitud de la felicidad, aunque pasen muchos años, y Jesús no venga a nuestro encuentro.
   Velar es saber que, si Jesús tarda en venir, ello no significa que Dios no existe o que nos ha abandonado, sino que nos sigue dando oportunidades, para que crezcamos espiritualmente, y enriquezcamos a nuestros prójimos los hombres, con el conocimiento del Dios Uno y Trino.
   Jesús vendrá a nuestro encuentro, cuando menos lo esperemos. ¿Cuál será el estado de nuestra fe ese día? (LC. 18, 8B).

   3-5. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-6. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en MT. 24, 37-44 a nuestra vida.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   ¿En qué contexto está situado el pasaje mateano que hemos considerado?
   ¿Qué temas son tratados en el capítulo veinticuatro del primer Evangelio?
   ¿Qué relación existe entre la destrucción de Jerusalén y los sucesos asociados con el fin del mundo característicos de la simbología apocalíptica?
   ¿Por qué llegaron a creer muchos cristianos del siglo I que Jesús estaba por concluir la plena instauración de su Reino en la tierra?
   ¿Qué relación existe entre el pasaje del Génesis en que se describen los acontecimientos relacionados con el diluvio universal y los acontecimientos relacionados con el fin del mundo característicos del género literario apocalíptico?

   3-2.

   ¿Sabes por qué Jesús dijo de Sí mismo que es el Hijo del hombre? Te doy una pista para responder esta pregunta, que encontrarás en DN. 7, 13.
   ¿Por qué no podremos alcanzar la salvación todos los habitantes del mundo de todos los tiempos?
   ¿Qué relación existe entre la vida de los coetáneos de Noé de antes que acaeciera el diluvio universal y nuestra existencia actual?
   ¿Por qué se nos enseña en la Biblia la importancia que tiene el hecho de que vivamos tal como Dios quiere que lo hagamos?
   ¿Por qué se nos insiste en que cambiemos nuestro estilo de vida personal por el que nos propone Dios?
   ¿Crees que Dios quiere que cumplamos su voluntad caprichosamente, o piensas que desea que lo hagamos, porque sabe que ello es lo mejor que nos puede suceder?
   ¿Cómo nos prepararemos a recibir a Jesús cuando acontezca su Parusía?
   ¿Haces el bien? ¿Por qué?
   ¿Por qué nuestra fe es incompleta, si nos falta conocimiento de Dios, práctica de su Palabra, y conocimiento y práctica, del arte de la oración?
   ¿Qué aplicaciones podemos hacer del Evangelio que hemos considerado, para sentirnos motivados a seguir creciendo?
   ¿Por qué debemos amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos, pero no más que a nosotros mismos?

   3-3.

   ¿Por qué pensaron muchos cristianos del siglo I en lo que les sucedería tanto a ellos como a sus seres queridos si no llegaban a formar parte del Reino mesiánico?
   ¿Nos afecta tal preocupación a nosotros hasta llegar a infundirnos miedo? ¿Por qué?
   ¿Qué hallaremos cuando crucemos el umbral de la puerta del cielo?
   ¿Qué queremos llevar con nosotros cuando salgamos de este mundo, y qué queremos dejarles a nuestros seres queridos, para vivir en sus recuerdos?
   ¿Cómo empezaremos a experimentar la salvación?
   ¿Hará Dios que superemos lo que nos hace sufrir mágicamente, o nos dejará que lo superemos por nuestro medio a lo largo de la eternidad, porque sabe que lo que aprendemos por nosotros mismos, se nos graba en la mente mejor, que lo que nos dicen otras personas?

   3-4.

   ¿Qué es velar para los cristianos?
   ¿Qué beneficios nos aportan el estudio y la meditación de la Palabra de Dios?
   ¿Por qué es de esperar que apliquemos la Palabra de Dios a nuestras vidas?
   ¿Cómo aplicaremos la Palabra de Dios a nuestras vidas?
   ¿Por qué puede deducirse que no tenemos fe en Dios si no oramos?
   ¿Cómo podemos convertir nuestros gestos y obras en fervientes oraciones?
   ¿Cómo podremos evitar perder la fe, si Jesús tarda muchos años en venir a concluir la instauración de su Reino entre nosotros?
   ¿Qué pensaremos si Jesús tarda en venir a nuestro encuentro, para no perder la fe que nos caracteriza?
   ¿Cuál será el estado de nuestra fe cuando acontezca la segunda venida de Jesús?

   5. Lectura relacionada.

   Dado que muchos cristianos anulan sus actividades mientras viven esperando que acontezca la Parusía de Jesús, leamos las dos Cartas de San Pablo a los Tesalonicenses, con tal de aprender el modo adecuado, de esperar que acontezca, la segunda venida, de Nuestro Redentor.

   6. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en MT. 24, 37-44.

   Lo que os propongo en esta ocasión, puede ser visto por unos como un compromiso, y, por otros, como un reto que los hace capaces de mantenerse ilusionados, pero, independientemente de cómo lo veamos, lo interesante, es que lo pongamos en práctica. Veamos la vida como una acumulación de oportunidades que tenemos, para superarnos a nosotros mismos.

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   7. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:
   Mientras nos disponemos a conmemorar tus tres presencias entre nosotros, -la pasada, la presente y la futura-, ayúdanos a encontrar respuestas, a las preguntas que nos hacemos, relacionadas con la existencia de Dios, y el sufrimiento.

   8. Oración final.

   Leamos y meditemos el Salmo 121, sintiendo cómo Dios se ocupa de nuestro cuidado.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com