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¿Es verdad que Jesús vendrá a la tierra a juzgarnos y a concluir la instauración del Reino de Dios entre nosotros? (Meditación para el Domingo I de Adviento del Ciclo A).

   Meditación.

   ¿ES verdad que Jesús volverá a la tierra a juzgarnos y a concluir la instauración del Reino de Dios entre nosotros?

   Estimados hermanos, amigos y simpatizantes de Trigo de Dios:
   En el día en que la Iglesia Católica comienza un nuevo año de fe, os deseo que Nuestro Padre común os colme de bendiciones.
   Un año más comenzamos a vivir el tiempo de Adviento, en que recordamos las dos venidas de Jesús a la tierra. Preparar la celebración de la Navidad como si Nuestro Señor no hubiera venido a Israel hace veinte siglos carece de sentido, por consiguiente, para que dicha preparación no sea un mero acto teatral, es importante que la llevemos a cabo teniendo en cuenta las dos venidas de Nuestro Salvador al mundo. Sabemos por los Evangelios que Nuestro Señor llevó a cabo la redención del género humano en el siglo I de nuestra era, de la misma forma que también sabemos que Jesús vendrá a nuestro encuentro al final de los tiempos gracias a la citada fuente informativa de que disponemos para aumentar la fe que nos caracteriza en el Dios Uno y Trino.
   Si Dios me permite pasar el presente año con vosotros, espero enviaros mis meditaciones dominicales, con gran cantidad de reseñas bíblicas, pues, desde que me sirvo de Internet para predicar el Evangelio, me he propuesto lograr que la Biblia sea un libro muy consultado por mis lectores. Es esta la razón por la que en mis escritos utilizo mucho la Biblia, pues es necesario demostrar que la fe católica está basada en la Palabra de Dios, con el fin de que tanto los predicadores poco instruidos como el común de los creyentes, cuando sean confrontados por cristianos de diversas denominaciones, sepan defender aquello en lo que creemos, sin perjuicio de sus creencias.
   Los católicos dedicamos el Domingo I de Adviento a avivar nuestra fe, porque el Señor nos ha dicho que volverá a nuestro encuentro cuando nos haya preparado una morada en el cielo (JN. 14, 1-3).
   ¿Cuál es el lugar en que vamos a vivir cuando acontezca la Parusía de Nuestro Salvador? SE nos ha dicho muchas veces que vamos a vivir en el cielo, el cual no debe ser tenido como un lugar, sino como un estado de felicidad completa que caracterizará a quienes acepten al Dios Uno y Trino sin reservas. Las palabras del Señor que hemos recordado nos hacen pensar que vivimos como emigrantes en una patria temporal en que tenemos la oportunidad de dejarnos perfeccionar por Dios con el fin de poder vivir en la presencia de Nuestro Padre común al final de los tiempos. Las palabras de Jesús constituyen un gran motivo de alegría para los cristianos, y lo son especialmente para quienes se han consagrado al servicio de Nuestro Padre común en sus prójimos los hombres, y para quienes sufren por cualquier circunstancia.
   De la misma forma que nos preparamos cuando tenemos la ocasión de recibir a una persona muy importante, la Parusía de Jesús requiere también que nos dispongamos a recibir convenientemente al Unigénito de Dios. Por mínimo que sea el conocimiento que tenemos de la Biblia, todos sabemos exactamente lo que tenemos que hacer para estar dispuestos a recibir a Nuestro Salvador cuando acontezca su segunda venida, aunque la citada preparación depende de la grandeza de la fe que nos caracteriza.
   (LC. 12, 35-40). Consideremos las palabras de nuestro Señor que hemos recordado.
   Jesús nos dice que permanezcamos siempre activos en nuestro triple medio familiar, laboral y social, preparándonos a recibirle en su Parusía. En estos términos han de interpretarse las palabras del Mesías, contenidas en LC. 12, 35.
   Jesús compara nuestra espera de su segundo advenimiento con la espera de los siervos y esclavos que aguardaban, en Israel, que sus señores regresaran de las bodas a que asistían. Si tales siervos y esclavos esperaban durante la noche que aconteciera el retorno de sus amos y señores, hemos de entender lo importante que para los tales era mantener encendidas sus lámparas de aceite. De la misma manera que los esclavos israelitas aguardaban el retorno de sus amos, los cristianos, manteniendo encendidas las lámparas de nuestra fe milenaria, esperaremos el regreso de Jesucristo a nuestro mundo (LC. 12, 36).
   Cuando Jesús venga a juzgar a la humanidad, no habrá nuevas oportunidades de abrazar la fe para quienes se niegan a aceptar a Dios. El hecho de abrirle a Jesús nuestro corazón cuando acontezca su Parusía, significa que, cuando el Señor venga a juzgarnos, estaremos preparados para aceptarle instantáneamente. Es esta la causa por la que aprovecharemos nuestras circunstancias vitales para vislumbrar la presencia de Dios en nuestra alma, pues nuestro mayor anhelo consiste en vivir en la presencia del Dios Uno y Trino (LC. 12, 37).
   La noche de la carencia de fe en que vivimos parece eterna, pues los siglos se suceden y aún no ha acontecido la Parusía del Señor, ni existe ningún signo de que esté por acaecer. A quienes no pierdan la fe, el mismo Jesús les sentará a su mesa en el Reino de Dios, y les servirá, concediéndoles la vivencia de su felicidad plena y eterna.
   (LC. 12, 38). Las vigilias de las que habla Jesús en el texto lucano que estamos considerando, son las diferentes partes en que en su tiempo los romanos dividían la noche. Las palabras de Jesús tienen un sentido claro. Independientemente de la época histórica en que acontezca la Parusía de nuestro Salvador, sabemos que, quienes vivan sin perder su fe en este mundo caracterizado por muchas dificultades, serán servidos por el Mesías.
   ¿ES importante el hecho de que nos preparemos a recibir a Cristo en su segunda venida? (LC. 12, 39-40). Dado que muchos componentes de diversas sectas renuncian al desempeño de sus actividades ordinarias, y sólo viven para leer la Biblia y asistir a sus actos de culto, porque creen que el fin del mundo se aproxima, nosotros no imitaremos a tales creyentes, porque no tenemos ningún indicio que nos indique que este mundo verá su fin. Por otra parte, los cristianos católicos creemos que el fin del mundo profetizado en la Biblia no ha de interpretarse literalmente, pues significa el cambio que habrá de operarse en la espiritualidad de los hombres, con el fin de que podamos aceptar al Dios Uno y Trino.
   Es importante insistir en responder esta pregunta: ¿Cuándo acontecerá la Parusía del Señor? (MC. 13, 32).
   ¿Cuál debe ser nuestra actitud, mientras aguardamos la Parusía del Señor? (1 PE. 1, 3-9).
   Entre los primeros cristianos, se extendió rápidamente la creencia de que en su tiempo iba a acontecer la Parusía de Nuestro Salvador. Viendo que ello no sucedía, muchos de ellos perdieron la fe, e incluso se burlaban de quienes seguían manifestándole su fidelidad al Hijo de María. Esta fue la causa por la que San Pedro escribió que, de la misma manera que el mundo fue juzgado y condenado en tiempos de Noé, Dios hará lo mismo cuando acontezca la segunda venida de Jesús, así pues, sólo quienes le acepten serán salvos (2 PE. 3, 3-9).
   Entre todos los simbolismos bíblicos referentes al fin del mundo, ¿hay alguno que sea fiable hasta el punto de indicarnos cuándo acontecerá la Parusía del Señor? Dado que los números en el simbolismo bíblico no han de interpretarse literalmente, no podemos deducir cuándo acontecerá la segunda venida de Nuestro Salvador de un modo fiable, y, personalmente, no me gusta hacer conjeturas para confundir a los hermanos, y, consecuentemente, hacer que los tales pierdan la fe. Lo que sí se nos explica en la Biblia sin simbolismos, es que, antes de que acontezca el último advenimiento del Señor, el mundo será escenario de una gran apostasía, es decir, muchos cristianos renunciarán a su fe (2 TES. 1, 1-12). Interpretemos este texto de San Pablo superficialmente.
   Antes de que acontezca la segunda venida de Jesús, es necesario que "el anticristo" se manifieste, a pesar de que está evocado a su extinción. El anticristo son todas las formas de pensamiento que se oponen al cumplimiento de la Palabra de Dios. El mayor pecado del anticristo es la idolatría, ya que tiene la pretensión de deizar al hombre, haciendo que la humanidad rechace a su Creador, porque, ya que Dios no puede salvar a quienes le rechazan, para no actuar contra la libertad de los tales, ello indica que el propósito divino de salvarnos estaría destinado al fracaso, en el caso de que el anticristo no fuera aniquilado por Dios.
   San Pablo nos dice que, cuando escribió su segunda Carta a los cristianos de Tesalónica, existía un obstáculo que impedía que el anticristo llevara a cabo sus pretensiones instantáneamente, con el fin de que los creyentes no fueran coaccionados para que renunciaran a su fe. El citado obstáculo es la mano de Dios, que se cuida de que los más fieles de sus hijos resistan al anticristo, a pesar de que este lleva a cabo sus pretensiones lentamente a lo largo de la Historia, sin lograr perjudicar la realización del designio salvífico de Dios.
   Aunque el momento en que se manifiesta el anticristo es el llamado "Tiempo de la Iglesia", que se prolonga desde la fundación de la institución de Jesucristo hasta que acontezca su Parusía, llegará un momento, en el tiempo del juicio de la humanidad, en que el mismo Jesús, al premiarnos en conformidad con nuestra fe y las obras que llevemos a cabo durante esta vida mortal, se enfrentará personalmente al anticristo, y echará sus pretensiones por tierra.
   Es importante tener en cuenta que el anticristo sólo podrá engañar a quienes rechazan a Dios, pues, los verdaderos creyentes, aunque sufran por ser cristianos, no se separarán de Jesús, ni aunque ese hecho les cueste la vida (1 TES. 1, 10).
   Esperemos la venida de Jesús viviendo como verdaderos santos (1 TES. 3, 12-13).
   Concluyamos esta meditación pidiéndole a Nuestro Santo Padre que nos ayude a preparar la celebración de la Navidad gozosamente, y que nos mantenga la fe viva, mientras aguardamos la gloriosa manifestación de Nuestro Hermano y Señor Jesucristo. Amén.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com