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Evitemos posponer el cumplimiento de la voluntad de Dios. (Meditación de la segunda lecttura del Domingo I de Adviento del Ciclo A).

   Meditación.

   2. Evitemos posponer el cumplimiento de la voluntad de Dios.

   Meditación de ROM. 13, 11-14A.

   En la segunda lectura correspondiente a la Eucaristía que estamos celebrando, San Pablo nos insta a que tengamos presente las situaciones características del momento en que vivimos (ROM. 13, 11A). Al iniciar un nuevo año eclesiástico, nos corresponde analizar nuestras situaciones personales, la calidad y calidez de las relaciones que mantenemos, la manera en que trabajamos, nuestra profesión de fe, y las circunstancias político-religiosas del mundo en que vivimos. Aunque a veces pensamos que el mundo está mal, los cristianos hemos sido llamados a ser configurados y transfigurados a imagen de Cristo Resucitado, para que podamos contribuir a llevar a cabo cambios en el medio en que vivimos. Nuestro ciclo continuo de formación en el conocimiento de la Palabra de Dios, aplicación de los conocimientos que adquirimos a nuestra profesión de fe, y de oración constante, nos ayudará a ser mejores personas, para que así podamos influir en el medio en que vivimos, no imponiendo nuestras creencias, sino instando a nuestros prójimos a abrazarlas, por medio de nuestro ejemplo de fe viva.
   San Pablo nos dice también en el texto que estamos comentando, que ya es hora de levantarnos del sueño (ROM. 13, 11B). Ya es hora de evitar las distracciones que nos inducen a posponer el cumplimiento de la voluntad de Dios, como también lo es de abarcar nuestras creencias en la medida que nos sea posible, y de no aferrarnos exclusivamente a aquellas que nos interesan, rechazando las que no convienen a nuestros intereses. Así como la crianza y educación de los hijos requiere de grandes esfuerzos por parte de los padres, la plena instauración del Reino de Dios en el mundo, requiere de muchas horas de estudio de la Palabra de Dios, muchos esfuerzos realizados para hacer el bien, y de muchas horas de oración por parte de los cristianos. Sería interesante detenernos antes de seguir meditando el presente trabajo, para ver en qué aspectos de nuestra vida flaqueamos, porque nos dejamos aturdir por el sueño de la falta de fe tanto en Dios como en nuestros prójimos los hombres y en nosotros, la postergación de lo que queremos hacer y siempre se nos queda pendiente, y la renuncia al cumplimiento de nuestros deberes y sueños.
   San Pablo también nos recuerda que la salvación está ya más cerca de nosotros que cuando empezamos a tener fe en Dios (ROM. 13, 11C). Tales palabras del Apóstol, nos instan a recordar nuestra vivencia de la fe que profesamos. Quizás hace muchos años que creemos en Dios, y, si hemos recibido una buena formación espiritual, y hemos puesto en práctica lo que hemos aprendido respecto del ejercicio de la caridad y la oración, hemos constatado que Dios tiene una influencia importante en nuestra vida. Después de haber vivido momentos felices sintiéndonos queridos y protegidos por Nuestro Padre común, y de haber tenido la experiencia del sufrimiento, ora habiéndonos revelado contra el mismo, ora habiéndolo aceptado como camino que Dios nos hace recorrer para purificarnos y santificarnos, ¿creemos que nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer en Nuestro Padre celestial, nos sentimos perdidos en este valle de lágrimas en que pensamos que se ha convertido el mundo, o nos sentimos estancados, pensando que nuestra fe no es más grande ni más pequeña que cuando empezamos a creer en el Señor?
   (ROM. 13, 12). Para San Pablo, la noche es el tiempo actual, en que la humanidad es promotora y víctima del dolor, el pecado y la muerte, y el día que se avecina, es el tiempo en que Jesús concluya de instaurar su Reino plenamente entre nosotros. Para el Santo Apóstol, quienes deseen vivir en presencia de Dios, deben evitar hacer todo lo que se opone al cumplimiento de la voluntad divina (las obras de las tinieblas), a fin de poder ser totalmente purificados y santificados (esto es ser revestidos con las armas de la luz).
   (ROM. 13, 13). El celo de los manipuladores induce a contender, la lascivia incita al adulterio, y el odio muchas veces conlleva cometer asesinatos. Las conductas improcedentes pueden inducirnos a llevar a cabo otras conductas más perjudiciales. Esta es la razón por la que San Pablo nos pide que actuemos con decoro, evitando comer en exceso y la embriaguez, las actividades desenfrenadas, las rivalidades y la envidia. No olvidemos que, cuando Jesús venga por segunda vez a la tierra, quiere que nuestras almas espirituales y nuestros cuerpos, estén inmaculados.
   (ROM. 13, 14A). ¿Cómo podemos revestirnos del Señor Jesucristo? Revestirnos del Señor Jesucristo, significa unirnos al Hijo de Dios y María por medio del Bautismo, y actuar como Él lo haría en cuanto nos sea posible, si viviera las circunstancias que caracterizan nuestra vida. La última consecuencia de nuestra asimilación a Jesús, es nuestra vivencia de su Pasión y muerte, lo cual no ha de interpretarse como que nos gustaría morir, pues significa que, a la hora de cumplir nuestros deberes personales, familiares, sociales, laborales y religiosos, deseamos actuar como lo hizo Jesús, aunque ello no siempre sea fácil, tal como le sucedió a Jesús, a quien, el cumplimiento de la voluntad divina, le costó la vida.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com