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Meditación para el Domingo II de Adviento del Ciclo A.

   Meditación para el Domingo II de Adviento.

   1. "Consolad, consolad a mi pueblo" (IS. 40, 3) -nos  dice Dios a través del primero de los Profetas mayores-. En el tiempo de Adviento la voz de Isaías es semejante a la luz de la esperanza que ha de ser la lámpara que guía los pasos de aquellos cuyos corazones necesitan el vital aliento de la fe para vivir en paz y tener éxito en todas las acciones que emprenden. Nos cabe preguntarnos si sabemos consolarnos nosotros mismos en nuestras aflicciones, así pues, si no sabemos superar nuestras dificultades, no merece la pena que intentemos ayudar a nuestros prójimos a aliviarse de su sufrimiento, si estamos a la misma altura de los problemas de los tales, ateniéndonos a las palabras de Jesús (MT. 15, 14)
   En los días en que preparamos nuestro espíritu a celebrar la primera venida del Niño Jesús a Belén, examinaremos nuestra conciencia y descubriremos si hay en nosotros palabras de afecto para quienes viven bajo nuestro techo, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo, la gente con que nos cruzamos en la calle, los pobres, los enfermos, los presos...
   2. Isaías recibió un claro y escueto mensaje de parte del Dios que le reveló su Profecía: El Profeta  tenía que darle a entender al remanente de Israel que Dios no es un Juez cuya capacidad de perfección conductual resulta ser insaciable. Quizá a la mayoría de vosotros os ha sucedido lo que me sucedió a mí cuando recibí por vez primera a Nuestro Señor Sacramentado el pasado 8 de mayo del año 1985, día en que me dijeron que debía creer que Dios me castigaría, pues tendría que pagarle una especie de multa si incumplía su voluntad.
   3. "Preparadle un camino al Señor en el desierto" (IS. 40, 3). Cuando empezamos a hablar de las deficiencias de la Iglesia y de nuestros hermanos de Religión, podemos caer en la tentación de criticar el fariseísmo de algunos, la increencia de otros, y la falta de amor de otros para con sus prójimos los hombres, pero lo cierto es que nosotros, incapaces de cambiar el entorno en que vivimos donde en algunas ocasiones se maltrata a nuestra Deidad Suprema, estamos capacitados para trocar algunos de nuestros defectos por virtudes, así pues, si es verdad que necesitamos la ayuda de Dios para aprender a ser ejemplos de derroche de amor, también es cierto que Dios no nos quitará nuestros defectos si no nos esforzamos en lamentarnos menos diciendo que somos pecadores y no hacemos nada para ser ejemplos de misericordia y bondad. Abrámosle al Señor un camino en nuestro corazón oradándonos la piel para que la misericordia divina sea la parte más profunda de nuestro ser. Amén.
   4. "Allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios". Las circunstancias de la vida hacen que muchas veces quienes se hacen orgullosos sean reducidos al polvo de la nada.
   5. "Esperad y apresurad la venida del Señor". Qué maravillosa es la frase con que hemos resumido la primera Carta del primer Papa de la Iglesia Católica o Universal!. Si Isaías nos trazó en la primera lectura cual ha de ser el camino que hemos de recorrer para llegar a la Casa de nuestro Padre celestial, San Pedro nos insta a que no perdamos la esperanza en un mundo que nos presenta tantas y tan diversas opciones para que nos olvidemos del fin para el cual hemos sido creados e incluso llamados de la muerte a la vida. Sí, hermanos y amigos, hemos sido llamados de la muerte a la vida, porque, cuando fuimos sumergidos con Cristo en la fuente bautismal, hicimos el propósito de morir junto a Jesús, quien, con su muerte, venció nuestros defectos e incluso nuestra muerte, y nos hizo resucitar a una vida sobrenatural que cada día se hace más perceptible a nuestros ojos. Ya que tenemos este conocimiento, celebremos la primera venida del Niño Jesús a Belén de Judea, y preparémonos con obras de misericordia y oraciones a recibir al Rey que está por llegar en su Parusía -o segunda venida-.
   6. Cuando un personaje importante va a llevar a cabo un acto trascendental para su vida, el mundo vibra de expectación ante tan importante acontecimiento histórico. Jesucristo vino al mundo silenciosamente, así pues, el Hijo del hombre vino a nuestro encuentro sin hacer ruido alguno. Jesús vino al mundo sin hacer ruido, sólo se manifestó a través de Profetas y místicos como el Bautista, cuya misión era hacer que las puertas cerradas de cal y canto de los corazones humanos se abrieran de par en par. muchos os habréis fijado en que la publicidad bien hecha y estudiada tiene la misión de atraer nuestra vista y nuestro oído, pero el Evangelio del que vino sin hacer ruido alguno, consiste en atraer nuestro cuerpo y nuestra alma a la más total -o plena- santificación.
   7. Si la Liturgia del primer Domingo de Adviento trataba el tema de la salvación, en esta ocasión, estudiamos la conversión, así pues, si queremos sentir la presencia de Jesús en nosotros, tenemos que esforzarnos en hacer la voluntad de Dios. Es cierto que el Bautista puede parecer ante nuestros ojos un fanático, un sectario peligroso, pero, hermanos y amigos míos, ¿quiénes de nosotros estamos dispuestos a sacrificar nuestra última gota de sangre, nuestro último aliento, por la evangelización de la humanidad?

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com