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Meditación para el Domingo III de Adviento del Ciclo A.

   Meditación.

   1. Meditamos en este penúltimo Domingo de Adviento la misión redentora del Mesías cuyas dos venidas conmemoramos en la celebración de este tiempo litúrgico.
   (ROM. 8, 19). Esta gloria de la que nos habla San Pablo consiste en gozar de la presencia de Dios entre nosotros, el cual, mediante el sacrificio de su Hijo y Nuestro Hermano Jesús en la Santa Cruz, ha vencido nuestra muerte con su propia muerte, y nos ha liberado de las cadenas del error y el dolor, así pues, Cristo nos ha abierto los ojos a quienes padecíamos la ceguera de la carencia de fe, de igual manera que cuando acontezca la Parusía de Cristo, Nuestro Señor nos abrirá los ojos físicos a los ciegos. Nuestro Hermano mayor ha destruido las ataduras de todas las enfermedades físicas y espirituales, pues ocurre que entre los miembros de la Iglesia hay gente que observa todo tipo de conductas. No olvidemos que la esperanza del Adviento consiste en que podemos aumentar nuestra fe tanto en el Niño de Belén como en Cristo Rey, el Señor que mereció los méritos que Dios le atribuyó debido al amor divino y humano que mostró en su sacrificio del Calvario.
   2. La celebración de la Eucaristía adquiere un ímpetu especial en los días anteriores a la Navidad, pues nos informa que ese Cristo cuyo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad comulgamos, es el mismo a quien esperamos para que destruya las cadenas que nos oprimen. Le pedimos a Dios que la conmemoración de los Misterios más relevantes de nuestra fe nos impulse a celebrar la Natividad de Jesús con un espíritu de fe, esperanza y caridad redimido por el conocimiento del amor con que Nuestro Padre celestial nos ama con tanta intensidad.
   3. Faltan escasos días para que conmemoremos el Nacimiento del Niño de Belén, y, con gran sabiduría, la Iglesia nos insta este Domingo a que utilicemos el Magníficat como Salmo responsorial para meditar el contenido teológico de las lecturas de hoy. La oración que el Espíritu Santo le inspiró a María de Nazaret ante su prima Elisabet constituye un hermoso himno en que se encierra el más perfecto compendio de las verdades reveladas por Dios a través de su Hijo Jesucristo y su Santa Iglesia Católica, así pues, María nos da a conocer en su oración que todas las naciones la llamarán Bienaventurada, en recuerdo de su humildad, pues todos sabemos que los corazones rebeldes y obstinados no pueden aceptar las verdades provenientes de Nuestro Padre celestial.
   4. Entre los días diecisiete y veinticuatro del presente mes, la Iglesia nos insta a que aumentemos nuestro tiempo de oración para preparar la celebración del Nacimiento de Nuestro Hermano y Dios Jesús. Dispongámonos en los días de gracia y salvación que estamos conmemorando a unirnos a María en su gloriosa e "impaciente" espera. (Afirmo que dicha espera fue impaciente, para meditar sobre el deseo que María debía tener de abrazar al Redentor de las naciones). Acompañemos a María y a José en su peregrinar desde Nazaret a Belén en medio de las tinieblas de las dudas del carpintero y las asechanzas propias de los caminos difíciles y la abundante pobreza de la colonia romana de Palestina. Hagamos en nuestro hogar una escenificación del portal de Belén. Aumentemos nuestra dedicación a nuestros familiares y a todos nuestros prójimos del mundo.
   5. El testimonio de San Juan Bautista con respecto a lo que Dios le había revelado sobre la venida de Jesús, resulta de gran belleza para aumentar nuestra fe, así pues, de igual forma que profetizaron los Profetas del Antiguo Testamento, el que bautizaba en las aguas del Jordán, anunció a un Mesías del que Isaías decía las palabras que leemos en IS. 53, 5.
   El Bautista nos presenta a Jesús como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (JN. 1, 29), en razón de su bautismo de penitencia y confirmación de la entrega de los creyentes a Dios. Cuando recitemos el Credo, renovaremos nuevamente nuestros pactos bautismales, y nos comprometeremos otra vez a ser fermentos evangelizadores de la humanidad que espera expectante la manifestación del Niño de Belén, hecho histórico que conmemoraremos el próximo día veinticinco.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com