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¿Qué sucederá cuando Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros? (Meditación de la primera lectura del Domingo III de Adviento del Ciclo A).

   Meditación.

   1. ¿Qué sucederá cuando Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros?

   Meditación de IS. 35, 1-6A. 10.

   Dado que Jesús es el Redentor de la humanidad creyente en Nuestro Padre celestial, Isaías inicia el fragmento de su obra que leemos en esta ocasión, invitando al desierto a que cambie su sequedad por alegría. Ello nos induce a preguntarnos si sentimos que Dios vive en nosotros, o si nuestra vida es un eterno desierto cuaresmal caracterizado por muchas penitencias, en el que no permitimos que entre Dios, porque vivimos castigándonos reiterativamente.
   Si el Profeta nos invita a trocar las miserias del mundo por una inmensa alegría, ello sucede porque vivimos esperando ver la gloria de Dios, -es decir, lo que Dios es-, al final de los tiempos, de la cual veremos un pequeño reflejo en nuestra vida de fe, al celebrar la Natividad del Hijo de Dios y de María.
   Es importante insistir en el hecho de que vivimos esperando que nos sea manifestada la gloria de Dios. Vivimos deseando que se nos manifieste quién es Dios, lo que es y será Dios, lo que el Dios Uno y Trino significa para quienes nos reconocemos seguidores de Jesús de Nazaret.
   Para disponernos a recibir a Jesús tanto en la Navidad como al final de los tiempos, necesitamos fortalecer las manos débiles. Esta expresión quizás no tiene mucha importancia para quienes no tienen enfermas sus manos, pero es muy significativa tanto para quienes no pueden usar las suyas, como para los ciegos que, por nuestra falta de visión, tenemos dos manos, que nos hacen de ojos, en muchas ocasiones. Pienso que necesitamos quejarnos menos por causa de nuestras carencias y de los sueños que no hemos podido cumplir aún, para agradecerle a Dios los dones que nos ha concedido.
   Isaías nos insta a que afiancemos las rodillas vacilantes. Este hecho también es significativo, así pues, estar de pie, significa permanecer activos, en la presencia de Nuestro Dios. Esta es la razón por la que los católicos pasamos buena parte del tiempo que duran las celebraciones eucarísticas de pie. Afiancemos a quienes no pueden caminar por sus propios medios, para que acepten plenamente, a Aquel que es el Camino que los conducirá a la presencia de Nuestro Padre común, la Verdad que los hará libres, y la Vida eterna de dicha que merecen, por causa de sus padecimientos (JN. 14, 6).
   Isaías también nos insta a fortalecer a quienes pierden la esperanza de que Dios los socorra, tanto por su carencia de fe divina, como por su poca resistencia para resolver problemas difíciles. Isaías insta a tales hermanos nuestros en la fe a que renuncien a vengarse de sus enemigos con el fin de que sea Yahveh quien les haga el trabajo sucio, pero, quienes se perdonen a sí mismos sinceramente, no necesitarán que Dios actúe contra nadie mostrándole su cólera, porque repartirán lo que tienen en su interior, donde solo tienen amor sincero.
   Isaías nos habla de un tiempo que los cristianos de alguna manera anticipamos cuando nuestra predicación es fructífera hasta lograr que se abran los ojos de la fe de mucha gente, de manera que se dispone a escuchar la Palabra de Dios, y a vivir cumpliendo la voluntad divina.
   Los hechos de que los cojos salten como ciervos, y de que los mudos griten, tienen el mismo significado.
   Isaías culmina el capítulo 35 de su obra, anunciando la plena instauración del Reino mesiánico en el mundo, que será llevada a cabo por Jesús, al final de los tiempos.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com