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Examen de conciencia. (Domingo IV de Cuaresma del Ciclo A).

   Examen de conciencia.

   Os propongo una serie de preguntas (muchas de ellas acompañadas de reflexiones bíblicas) que espero que os sirvan para hacer vuestro examen de conciencia particular.
   Responded las preguntas antes de leer las citas bíblicas que las acompañan.

     -¿Asistimos todos los Domingos y días de guardar a las celebraciones de la Eucaristía? (HEB. 10, 25).

   -¿Participamos activamente en las celebraciones de la Eucaristía? (SAL. 27, 4).

   -Procuramos que las celebraciones litúrgicas y las reuniones formativas nos sean provechosas espiritualmente y para aumentar el número de nuestros amigos, o nos distraemos y sólo asistimos a las mismas, no por amor a Dios y a sus hijos los hombres, sino por temor a no ser dignos de alcanzar la salvación? (2 TIM. 3, 16-17).

   -¿Contribuimos con las obras que se llevan a cabo tanto en nuestras Diócesis como en nuestros templos? (2 TIM. 4, 2).

   -¿Nos esforzamos para aumentar nuestro conocimiento de Dios y de la Iglesia, sabiendo que ello puede mejorar la calidad de nuestra vida cristiana? (1 COR. 4, 20).

   -¿Nos guardamos la fe que profesamos para nosotros, o damos testimonio de nuestra esperanza en nuestro entorno social? (1 PE. 3, 15).

   -¿Asistimos a catequesis o a otros encuentros formativos con el fin de aumentar el conocimiento que tenemos de Dios y de la Iglesia? (PR. 3, 11-15).

   -A la hora de actuar en nuestro entorno social, ¿procuramos cumplir la voluntad de Dios, o procedemos como si no fuéramos cristianos? (EF. 5, 8-10).

   -¿Qué significa para nosotros el Mandamiento de la Ley de Dios que nos obliga a amar a Dios sobre todas las cosas, y hasta qué punto cumplimos el citado precepto? (EF. 5, 1).

   -En el caso de hacerles promesas a Dios y a los Santos, ¿procuramos cumplirlas? (NM. 30, 3).

   -¿Nos comprometemos a cumplir nuestras promesas con la intención de mejorar la calidad de nuestra vida cristiana y de hacer el bien, o prometemos cosas insignificantes sobornando a Dios y a sus Santos para que nos hagan grandes favores? (MT. 5, 36-37).

   -Cuando vivimos bajo la incertidumbre, ¿nos refugiamos en la oración y en la lectura de la Biblia y de los documentos de la Iglesia, o         recurrimos al Tarot y a otras prácticas esotéricas? (1 TIM. 4, 13. EF. 6, 13-18).           

   -¿Amamos y respetamos a nuestros padres, aunque se dé el caso de que no mantengamos muy buenas relaciones con ellos? (EF. 6, 1. 4).

   -En el caso de tener problemas que perjudiquen las relaciones que mantenemos con nuestros familiares, ¿nos impide nuestro amor propio excesivo hacer algo para acercarnos a quienes más amamos, con el fin de solventar las diferencias que nos separan de los mismos? (1 COR. 8, 2-3).

   -¿Son la fidelidad y el respeto normas de la convivencia de nuestra vida matrimonial?

   San Pablo les escribió a las mujeres de Éfeso un consejo que también debemos aplicarnos los hombres (EF. 5, 22).

   -¿Somos excesivamente exigentes con nuestros hijos?

   -¿Somos justos y equitativos en nuestras relaciones con nuestros hijos, padres, cónyuges, hermanos, otros familiares y amigos? (1 TIM. 5, 1-2).

   -¿Somos víctimas del odio o de los celos?

   -¿Somos víctimas de la envidia? (GÁL. 5, 19-21).

   -¿Nos ciega el deseo de mantener relaciones sexuales con personas con las que no nos hemos unido por el Sacramento del Matrimonio? (EF. 5, 1-5).

   -¿Nos hemos valido de la mentira con tal de dañar la imagen que alguna persona tiene ante la sociedad?

   -¿Realizamos adecuadamente nuestro trabajo?

   -En el caso de tener subordinados en el trabajo, ¿cómo los tratamos?

   -En el caso de tener problemas con nuestros subordinados, ¿somos los causantes de esas dificultades?

   -¿Presionamos a nuestros trabajadores excesivamente? (EF. 6, 9).

   -En el caso de no tener subordinados, ¿somos honrados a la hora de realizar nuestro trabajo, y tenemos buenas relaciones con nuestros superiores y compañeros? (EF. 6, 5-8. 1 TIM. 6, 1).

   -¿Hemos deseado en alguna ocasión algún bien de alguna persona hasta el punto de llegar a robar el mismo? (FLP. 3, 8).

   -En el caso de ser pobres, y a pesar de que tengamos necesidad de bienes de los que difícilmente podamos prescindir, ¿sabemos actuar como verdaderos hijos de Dios que creen que el tiempo de su prueba ha de pasar, o permitimos que la visión que tenemos de nuestra miseria atente contra la fe que profesamos? (1 TIM. 6, 8-10).

   -En el caso de tener dinero y bienes materiales, ¿nos solidarizamos con los pobres, o sólo pensamos en aumentar nuestras riquezas? (2 COR. 8, 12-15).

   -¿Utilizamos Internet con el fin de crecer personalmente y de hallar lo que necesitamos, o lo hacemos con tal de buscar aquello que puede afectar negativamente nuestra personalidad y nuestra convivencia familiar? (1 COR. 5, 11).

   -¿Abusamos del tabaco, el alcohol o de algún tipo de droga? (EF. 5, 17-20).

   -En el caso de depender de los efectos de algún medicamento antidepresivo que nos revitalice psicológicamente, ¿nos esforzamos para permanecer activos en cuanto nos sea posible y mejorar al no mortificarnos con nuestros pensamientos no realistas, o, dejando de confiar tanto en Dios como en nosotros (quien no confía en sí mismo desconfía de Dios), permanecemos inactivos, como si los fármacos nos curaran mágicamente? (PR. 14, 13. 24, 10).

   -En el caso de padecer depresión, ¿tenemos tendencia a aislarnos, o luchamos para encontrar a familiares, amigos e incluso especialistas que nos comprendan? (PR. 12, 25. 17, 17. 27, 5-6).

   -¿Cómo actúan los jóvenes, tanto en la Iglesia, en su domicilio, en su entorno educativo, entre sus amigos, y en sus lugares de ocio?

   San Pablo escribió un consejo muy digno de ser aprovechado por los jóvenes (1 TIM. 4, 12).

   Después de haber considerado las preguntas expuestas, hagamos la lista de nuestros pecados y deficiencias, la cuál no es semejante a la lista que utilizamos para hacer nuestras compras en un supermercado, así pues, más que hacer un listado exacto de todas las acusaciones que tenemos en contra nuestra, os propongo que hagamos algo individualmente o acompañados de alguien en quien confiemos, lo cuál consiste en hacer la lista de pecados y defectos que acostumbramos a hacer todos los años, la cuál constará de dos columnas:

   1. En la columna de la izquierda escribiremos nuestros pecados y defectos.

   2. En la columna de la derecha escribiremos lo que vamos a hacer, -aparte de cumplir la penitencia que se nos imponga-, para no volver a cometer los mismos pecados, y para intentar, -en conformidad con las posibilidades que tengamos en cada momento de nuestras vidas-, superar las deficiencias que nos caracterizan.

   Si pensáis que la Confesión como Sacramento no es una pantomima, ¡atreveos a llevar a cabo este ejercicio!, pero, si lo hacéis acompañados, no discutáis con quienes os hablen de defectos que tenéis que no queréis reconocer u os cuesta un gran esfuerzo hacerlo.

   Que Dios os colme de bendiciones.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com