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Jesús, la luz del mundo, nos pide que le permitamos abrirnos los ojos de la fe. (Ejercicio de lectio divina del Evangelio del Domingo IV de Cuaresma del Ciclo A).

   Domingo IV de Cuaresma del Ciclo A.

   Jesús, la luz del mundo, nos pide que le permitamos abrirnos los ojos de la fe.

   Ejercicio de lectio divina de JN. 9, 1-41.

   Lectura introductoria: EF. 5, 8.

   1. Oración inicial.

   Iniciemos este encuentro de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo, y, del Espíritu Santo.

   R. Amén.

   en el Evangelio que meditamos el presente Domingo IV de Cuaresma del Ciclo A, Jesús se encuentra con un ciego de nacimiento. Dado que hasta muchos de los que decimos que somos cristianos no siempre actuamos como seguidores de Jesús, podemos equipararnos al citado ciego, quien vivía para pedir limosna, y resignado a vivir aislado, en un camino lleno de viandantes. También nosotros vivimos sumidos en una rutina acorde a nuestra condición actual de trabajadores o desempleados, jubilados y/o enfermos, y, cuando Jesús nos llama a ser sus seguidores, sentimos que nos saca de las tinieblas de la carencia de fe, para conducirnos a su Reino de amor y luz.

   Si el Domingo III de Cuaresma del Ciclo A Jesús nos dio a conocer el don de Dios y el agua viva (JN. 4, 10 y 14), en esta ocasión, el Señor nos iluminará con su luz, para que comprendamos que su visión respecto de lo que acontece en el mundo, es diferente a nuestros puntos de vista. A modo de ejemplo, mientras que los discípulos del Mesías deseaban saber quién tenía la culpa de que aquél mendigo estuviera ciego, a Jesús, más que buscar culpàs y examinar a posibles culpables, le interesaba lograr que aquel ciego fuera un creyente más de la futura Iglesia naciente. Así como el Señor nos enseñó a rechazar la violencia y a amar a los violentos para que se dejen influir por Él (MT. 5, 39), no nos corresponde a nosotros discriminar a nadie por ninguna causa (MT. 7, 1-2).

   Jesús les dijo a sus discípulos que el mendigo no estaba ciego por causa de sus pecados ni de las transgresiones en el cumplimiento de la Ley por parte de sus antepasados, sino que Dios lo eligió para manifestar en él el poder de sus obras. Como buenos moralistas, los judíos creían que la existencia de las enfermedades era justificada por los pecados de quienes las padecían o de los antepasados de los tales, pero Jesús les aportó a sus discípulos una nueva enseñanza referente a este tema, ya que el Señor, aunque desprecia el mal en todas las formas que se manifiesta, ama a los hombres incondicionalmente.

   ¿Qué creemos en la actualidad respecto del origen de las enfermedades? Los predicadores del Evangelio podemos tener la tentación de hacerles creer a los enfermos que Dios tiene predestinado un día para sanarlos, pero ello es un error, en el sentido de que se nos puede hacer la siguiente pregunta: Si Dios es Todopoderoso y desprecia el mal, ¿cómo es posible que no sane instantáneamente a quienes padecen enfermedades? Aunque podemos responder la citada pregunta afirmando que podemos obtener lecciones muy valiosas de las diversas enfermedades que padecemos, nada podemos decir para justificar el dolor de quienes sufren enfermedades graves, lo cual significa que, aun teniendo la pretensión de justificar a Dios por no restablecernos la salud inmediatamente a los enfermos, lo dejamos como al peor de los tiranos, pues, aunque tiene el poder necesario para socorrernos, nos vuelve la espalda.

   Los prodigios que hizo Jesús para sanar a los enfermos, requería de los tales el deseo de obtener la curación, pero, dado que el ciego del Evangelio que estamos considerando no sabía lo que era poder ver, el Señor hizo una excepción con él, y le untó lodo en los ojos, añadiéndole más oscuridad a su oscuridad. A partir de aquél momento, si el ciego quería ver, no tenía nada más que hacer, que obedecer la instrucción que le dio Jesús, de lavarse los ojos en la piscina de Siloé.

   ¿Qué hacemos nosotros cuando creemos que la manera de actuar de Dios respecto de nuestro dolor le aporta más oscuridad a nuestras tinieblas?

   Así como los vecinos del que fue ciego se hicieron muchas preguntas cuando el mendigo pudo ver, quienes hemos empezado a actuar como cristianos a partir de los años de la adolescencia o de la edad adulta, si hemos seguido a Jesús fielmente, nos hemos percatado de que nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo, también se han interrogado con respecto a nuestra nueva manera de pensar y actuar. Recuerdo que el instructor de un curso de Marketing en el que participé hace años, nos dijo a mis compañeros y a mí: "Lo difícil para vosotros no es atraer clientes, sino mantenerlos." De igual manera, lo difícil para nosotros no es tomar la decisión de ser seguidores de Jesús en unos ejercicios espirituales, sino actuar como tales todos los días de nuestras vidas, y aún esta dificultad se agraba más, cuando vivimos circunstancias que consideramos adversas, en las que no sentimos cómo se nos manifiesta Dios.

   El Espíritu Santo es el don de Dios y Jesús es el surtidor de agua capaz de saciar nuestra sed de amor y justicia (JN. 4, 10 y 14), pero, según somos saciados, se espera de nosotros que vivamos como seguidores de Jesús, lo cual, según nuestra apertura mental y la manera que tengamos de afrontar las dificultades que vivamos, puede atraernos grandes satisfacciones, y no menos grandes dificultades.

   Oremos:

   Los Evangelios dominicales del tiempo de Cuaresma del Ciclo A de la Liturgia de la Iglesia Católica, nos hacen reflexionar sobre el proceso de nuestra conversión al Evangelio. El Domingo I del presente tiempo litúrgico (MT. 4, 1-11), Jesús nos enseñó a valorar el artruismo frente al deseo de poder y el afán de riquezas. La autoridad es útil cuando se ejerce en beneficio de los subordinados, y el deseo desmedido de riquezas se debilita por medio del ejercicio de la generosidad. ¿Qué ganaremos al impedir que nos cieguen los deseos de alcanzar poder, riquezas y prestigio? Este es el precio que tenemos que pagar, si realmente deseamo ser transfigurados y configurados a imagen y semejanza de Jesús, según recordamos este hecho el Domingo II de Cuaresma (MT. 17, 1-9).

   El Domingo III de Cuaresma empezamos a considerar los Evangelios cuya meditación nos ayuda a disponernos a recibir el Bautismo, la Confirmación y la Penitencia (JN. 4, 5-42). Los antiguos cristianos se disponían a ser martirizados pensando que ese era el precio que pagaban para concluir su asimilación a Jesús. Es por eso que el Domingo anterior Jesús se nos dio a conocer como surtidor de agua bautismal que nos hace alcanzar la vida eterna (JN. 4, 14), hoy se nos da a conocer como luz del mundo (JN. 9, 1-41), y el próximo Domingo se nos dará a conocer como Resurrección de los muertos (JN. 11, 1-45).

   Según las perícopas evangélicas citadas, se nos insta a considerar el hecho de alcanzar la meta de pensar, sentir, amar y actuar, como lo hacía Jesús, y como lo haría el Hijo de Dios y María, si viviera nuestras circunstancias vitales. Para que ello nos sea posible, se nos invita a vislumbrar nuestras vidas y los acaeceres de la humanidad, desde el punto de vista de Jesús. En nuestro tiempo, el hecho de que renunciemos a nuestra manera de pensar es una barbaridad para los occidentales, pero para los antiguos cristianos era un gran logro el hecho de renunciar a su manera de pensar y proceder, con tal de adoptar la manera de pensar, sentir, amar y actuar de Jesús. Nos será útil tener este hecho en cuenta, con el fin de poder comprender los tres textos evangélicos correspondientes a los Domingos III, IV y V del tiempo de Cuaresma del Ciclo A, los cuales no han de ser interpretados partiendo de nuestra óptica, sino desde el punto de vista de San Juan, -el autor de los mismos-, y de sus lectores inmediatos.

   A la luz que nos aporta la consideración de los citados textos evangélicos, examinemos nuestra conversión al Evangelio de salvación, hablando con el Espíritu Santo, quien nos ayudará a terminar fortalecidos, el camino que nos conducirá, a la Pascua de Resurrección.

   2. Leemos atentamente JN. 9, 1-41, intentando abarcar el mensaje que San Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.

   2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.

   2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el texto, las frases más relevantes del mismo.

   3. Meditación de JN. 9, 1-41.

   3-1. Jesús vio al pasar un ciego de nacimiento (JN. 9, 1).

   Contemplemos a Jesús rodeado de creyentes y curiosos que estaban atentos a sus palabras y a sus obras. El Señor no se centraba exclusivamente en quienes le rodeaban, pues se percató de la presencia del ciego, cuya misión en la vida consistía en pedir limosna para poder subsistir. San Lucas nos habla en su Evangelio del rico banqueteador (epulón), quien hizo de sus días una acumulación de celebraciones, y no se quiso interesar en ayudarle al pobre Lázaro, cuyas heridas eran lamidas por perros salvajes (LC. 16, 19-21). Si Lázaro mendigaba a la puerta del rico las miajas de pan que epulón utilizaba como servilletas para limpiarse las manos, ¿es creíble que el banqueteador ignorara la dramática situación del pobre? Quizás muchos de nosotros también ignoramos a muchos pobres, presos y enfermos que hay en nuestro ambiente, aunque no los vemos porque vivimos encerrados en nuestra rutina. Jesús nos insta a que seamos observadores, con el fin de que podamos ayudar a tales almas sufrientes, en conformidad con nuestras siempre escasas y al mismo tiempo benditas posibilidades.

   3-2. ¿Contradice la existencia del mal la existencia de Dios? (JN. 9, 2-3).

   Querer interpretar la Biblia como si hubiera sido escrita partiendo de nuestra mentalidad occidental, se reduce a polemizar para perder el tiempo. Si la biblioteca contenedora de la Palabra de Dios fue escrita partiendo de la mentalidad de los judíos, quienes no adoptaron concepciones filosóficas hasta el siglo XV de la era cristiana, la Biblia ha de ser interpretada partiendo de la antigua cultura de los tales. ¿Cómo podemos interpretar el polémico texto de ROM. 5, 12? Aunque en la actualidad pensamos que cada cual ha de ser juzgado en atención a su manera de proceder y lo que hagan los demás no ha de asegurarle la salvación ni perjudicarle respecto de la consecución de la misma, los hermanos de raza de Jesús pensaban que, por ser miembros del pueblo de Dios, las buenas obras de un sólo hombre tenían que beneficiarlos a todos, y los pecados de un sólo hombre tenían que influir negativamente en todos, porque consideraban, al contrario que lo hacemos algunos cristianos, que Dios antepone su justicia a su amor. Esta explicación nos hace comprender la razón por la que Dios mandaba en el Antiguo Testamento matar sin escrúpulos, y por qué Él mismo llevaba a cabo grandes matanzas, en ocasiones, hasta contra los hijos de su pueblo, simplemente, porque le desobedecían. El concepto del Dios egoísta que condiciona el amor que les manifiesta a sus fieles al cumplimiento de sus deseos por parte de los tales, también ha sido -y sigue siendo- utilizado por muchos líderes religiosos cristianos.

   ¿Cómo se justifica a Dios por haber salbado a Jesús de la matanza de los Santos Inocentes de Belén, y haber obviado la vida de los pequeños cuyas cabezas fueron cortadas sin compasión por una centuria de soldados de Herodes?? (MT. 2, 16). Para nosotros, el hecho de que Dios permitiera el sacrificio de tales niños pequeños constituye una gran crueldad, pero para los antiguos cristianos, quienes fueron lectores inmediatos del Evangelio de San Mateo, el hecho de imitar a los pequeñines de Belén, muriendo por Jesús si tenían que ser martirizados, era un gran honor. Los primeros cristianos no se plantearon el hecho de que Dios hubiera podido salvar a los pequeñines de Belén haciendo un insignificante esfuerzo, como pensamos que podría haberlo hecho en la actualidad.

   ¿Qué pensaba Jesús respecto del mal? Mientras que los judíos creían que quienes sufrían eran castigados por sus pecados o por las transgresiones en el cumplimiento de su Ley de los antepasados de los tales, Jesús no compartió tal punto de vista. En el Evangelio de hoy, vemos que Jesús afirma que las enfermedades no son enviadas por Dios, ni son queridas por Nuestro Padre común, ni son castigos consecuentes de los pecados de nadie, pues se reducen a oportunidades de que Dios demuestre el poder que tiene para curarlas, y el amor con que acoge a sus hijos. En una ocasión en que Pilato les hizo sacrificios humanos a sus dioses y se derrumbó una torre aplastando a dieciocho personas (LC. 13, 1-5), Jesús aclaró que tales hechos no fueron enviados por Dios ni fueron causados por los pecados de nadie, y dijo que todos estamos expuestos a sufrir accidentes y a vivir situaciones dramáticas y catastróficas. Jesús no explicó cuál es el origen del mal, pero dejó muy claro que Dios no es la causa originaria del mismo, porque Él es amor (1 JN. 4, 16), y no quiere herir a sus hijos.

   La frase referente a los pajaritos que no mueren sin que Dios lo permita de MT. 10, 29, es una incorrecta traducción bíblica que provoca un gran malentendido, ya que el texto original afirma que ningún pajarito cae sin que Dios lo acompañe, indicando que Nuestro Padre común no nos evita el sufrimiento por cuanto nos es útil si lo afrontamos correctamente y con fe en Él, y que nos acompaña en todas nuestras circunstancias vitales.

   ¿Qué pensamos los cristianos respecto del mal? Ya que es difícil encontrar una denominación cristiana en la que no haya líderes religiosos que no utilicen la imagen del Dios caprichoso, egoísta y sin escrúpulos del Antiguo Testamento para ganar poder infundiéndoles miedo a sus seguidores, y la mayoría de cristianos desconocen la biblia, entre nosotros está más presente la imagen del Dios sin escrúpulos del Antiguo Testamento, que la imagen del Padre misericordioso predicado por Jesús, quien cuando le dijo al Padre en el huerto de los Olivos que se hiciera su voluntad y no la suya (LC. 22, 42), no se disponía a ser derrotado definitivamente por la muerte, sino a morir para resucitar, para demostrarnos el amor de Nuestro Padre celestial.

   En la biblia se vincula el origen del mal con el pecado de Adán y Eva, cuya desobediencia a Dios los privó de sus dones preternaturales, cosa que también nos ha afectado a sus descendientes, pues, como recordamos anteriormente, para los judíos, el bien que haga un miembro de su pueblo, y el mal que haga otro, han de afectarlos a todos, positiva o negativamente. Anteriormente al tiempo de la cautividad babilónica, los judíos creían que Dios los premiaba al cumplir su Ley, proveyéndolos de todo lo que necesitaban, así pues, cuanto mejor era su posición social, se creían más beneficiados por Yahveh y, cuanto más pobres eran o sufrían por otras causas, creían que eran castigados por la Divinidad. A partir del citado tiempo de la cautividad, cuando los judíos empezaron a pensar en la posibilidad de alcanzar la plenitud de la dicha más allá de esta vida, empezaron a asociar la superación del mal con la dicha eterna, cosa que les concedía a los desposeídos de Israel la posibilidad de empezar a sentirse amparados por Yahveh. Esta creencia aún no era plenamente aceptada cuando nació Jesús, lo cuál sirvió para que el Mesías se rodeara de pastores el mismo día de su Natividad (LC. 2, 8-20). Dado que las dos creencias estaban en vigor en Israel, había legalistas que valoraban a las personas en atención a su cumplimiento de la Ley y a su posición en la alta sociedad que supuestamente les era concedida por Dios como premio por cumplir su voluntad, y rechazaban a quienes pertenecían a la clase baja considerándoles pecadores reprobados por Dios, y Profetas que pensaban que Yahveh es el Dios de los desposeídos de la tierra.

   Si Dios tiene poder para sanarnos a los enfermos, ¿por qué no nos restablece la salud apenas enfermamos, o no nos evita las enfermedades? Aunque el dolor nos aporta enseñanzas útiles, no encontramos otra respuesta que justifique el hecho de por qué Dios deja que pase el tiempo, sin exterminar el padecimiento de la humanidad, y, como dije anteriormente, cuanto se diga al respecto, hará que muchos crean que Nuestro Padre común es un tirano. A pesar de ello, no nos preguntemos por qué enfermamos porque eso no podremos saberlo hasta que Dios nos lo diga personalmente al final de los tiempos, pero preguntémonos para qué enfermamos, para aprender grandes lecciones de la vivencia de nuestras enfermedades.

   3-3. Hagamos las obras de Jesús (JN. 9, 4).

   En la simbología del texto evangélico que estamos considerando, el día es el tiempo en que Jesús está con nosotros, y la noche es el tiempo en que nuestra fe es probada por las dificultades que nos caracterizan. Cuando nuestra fe es fuerte y estable, podemos laborar en la viña del Señor, pero, cuando se nos debilita, no podemos actuar como los discípulos de Jesús que Dios desea que lleguemos a ser, desde la eternidad.

   ¿Cuáles son las obras que hizo Jesús en su tiempo que el Señor desea que sigamos llevando a cabo? Tales obras mesiánicas, son las siguientes:

   1. Alimentar a los hambrientos.

   2. Dar de beber a los sedientos.

   3. Acoger a los forasteros.

   4. Vestir a los carentes de ropa.

   5. Visitar a los enfermos.

   6. Visitar a los presos (MT. 25, 35-36).

   Las citadas obras de misericordia sólo son ejemplos de lo que podemos hacer con quienes tienen carencias espirituales y materiales, así pues, no es posible citar aquí todas las obras benéficas que podemos llevar a cabo, para ayudar a quienes nos necesitan.

   3-4. Jesús es la luz del mundo, porque está en el mundo (JN. 9, 5).

   Antes de redimir a la humanidad, Jesús estaba con sus discípulos, y llegó a ser para los tales la luz del mundo. Después de que aconteciera su Resurrección de entre los muertos, Jesús siguió siendo la luz del mundo para quienes llegaron a ser sus Apóstoles, y, después de que aconteciera la Ascensión de Cristo Resucitado al cielo, el Señor sigue siendo la luz del mundo, para quienes lo buscamos en la biblia, en los documentos de la Iglesia -o la Congregación- a la que pertenecemos, y en los elocuentes discursos de sus predicadores, y las bondadosas obras de quienes laboran en la viña del Señor, haciendo el bien constantemente.

   3-5. Jesús untó con lodo los ojos del ciego (JN. 9, 6).

   Porque nadie valora aquello de lo que carece y no sabe lo que significa, a pesar de que Jesús exigía la manifestación de la voluntad de quienes querían ser receptores de sus prodigios, hizo una excepción con el ciego, quien no sabía lo que significaba ver la luz, y le untó lodo en los ojos, que hizo con tierra y su saliva. Aunque lo que os voy a decir a los occidentales nos parece absurdo,Jesús cometió un grave pecado según los fariseos, pues, al mezclar su saliva con tierra para iniciar la curación del ciego, hizo barro como si se dispusiera a hacer ladrillos, lo cual no estaba permitido en Sábado.

   Los judíos creían que la saliva era un remedio curativo de la vista y de otras enfermedades, y también era transmisora de la propia energía vital. El barro estaba recomendado para curar tumores y la inflamación de los ojos. Al untar su barro en los ojos del ciego, Jesús recordó la vivificación del hombre por parte del Espíritu Santo (GN. 2, 7), y le presentó al ciego la imagen del nuevo hombre redimido, que los cristianos deseamos llegar a ser.

   3-6. El estanque de Siloé (JN. 9, 7).

   Aunque Jesús tomó la iniciativa a la hora de iniciar la curación del ciego, quiso saber si el mismo deseaba ver. Si el ciego quería ver, sólo tenía que labarse los ojos en el estanque de Siloé, no porque las aguas del mismo eran milagrosas, sino porque esa fue la prueba que el Señor le impuso, para que le demostrara si realmente deseaba poder ver.

   San Juan es el Evangelista de las ironías. Así como el paralítico que aparece al principio de JN. 5 no pudo obtener por sí mismo la curación en la piscina de la Ley, y pudo caminar gracias al Mesías, el ciego tenía que ser curado en la piscina de el Enviado. La religiosidad basada en el constante cumplimiento de normas nos amarga el alma, pero la fe en el amor que Dios nos manifiesta, nos hace libres de nuestras cadenas, y nos concede la salvación.

   Apenas el ciego se lavó los ojos, empezó a ver, y también empezó a tener problemas, tal como nos ha sucedido a muchos, a partir del momento en que nos hemos manifestado ante nuestros conocidos, como discípulos de Jesús.

   La curación del ciego en la piscina de Siloé es semejante al Bautismo, aunque se diferencia del citado Sacramento, en que el ciego fue curado sin tener fe en Jesús.

   3-7. La reacción de los conocidos del que dejó de ser ciego por su visión del citado hecho (JN. 9, 8-12).

   Para sorpresa del que dejó de ser ciego, mientras disfrutaba del descubrimiento que supuso para él ver el mundo exterior, sus vecinos se mostraron escépticos ante el prodigio que Jesús realizó en el antiguo enfermo, así pues, apenas lo vieron caminar con gran soltura, empezaron a preguntarse: ¿No es éste el ciego que tantos años llevamos viendo pidiendo limosna? Mientras que los citados personajes pensaban si el antiguo ciego era el mendigo a quien ellos conocían u otro personaje que se parecía a él como si ambos fueran jemelos, el antiguo enfermo se esforzaba en dar a conocer el prodigio que Jesús llevó a cabo en su favor. Sus vecinos le preguntaron cómo pudo ver, y él respondió que veía gracias a Jesús. Los judíos querían ver al Señor, pero el nuevo Mesías desapareció de aquel escenario discretamente, para evitar promocionarse como milagrero.

   Muchos nuevos conversos hemos vivido una situación similar a la del antiguo ciego, en el sentido de que se nos ha interrogado hasta la extenuación sobre nuestra nueva forma de pensar, sentir, amar y actuar.

   3-8. La confusión de los fariseos (JN. 9, 13-16).

   Dado que los fariseos eran enemigos jurados de Jesús porque el Señor no hizo coincidir plenamente su doctrina con la de los miembros de la citada escuela de pensamiento, se aprovecharon del hecho de que el Mesías hizo el citado prodigio en Sábado, para tener una excusa más por la que condenarlo a muerte. Independientemente de que Jesús hiciera el lodo con que inició la curación del ciego para recordarles a sus enemigos que no tenía la intención de cesar en el cumplimiento de la voluntad divina, los fariseos vieron este hecho como una provocación, a la que se prepararon a responderle, en primer lugar, intentando que el ex ciego les dijera que nunca había sido invidente por lo que había engañado a sus convecinos, y que Jesús le dio dinero para que le permitiera usarlo para llevar a cabo un prodigio falso.

   Mientras que la creencia del ciego en Jesús se iba fortaleciendo, los fariseos disentían entre ellos, unos pensando que Jesús no procedía de Dios por incumplir su precepto de curar en sábado, y otros no sabían cómo un pecador pudo curar a un ciego. Es triste el hecho de que gente incauta deposite su fe en personajes que sólo piensan en ser cada día más poderosos, ricos y prestigiosos, a costa de aplastar a quien sea, con tal de alcanzar su ambicionada meta.

   3-9. La fe del ex ciego se fortaleció, a pesar de la presión que los fariseos ejercieron contra él, para que hablara mal de Jesús (JN. 9, 17).

   Mientras que los fariseos no sabían cómo acabar con el Ministerio público de Jesús y tenían que conseguir que el ex ciego desprestigiara al nuevo Mesías, el recién curado se atrevió a afirmar que el Hijo de Dios y María es un Profeta, con gran seguridad. ¿Tenemos nosotros esa seguridad cuando tenemos la oportunidad de dar esperanza de la fe que profesamos? (1 PE. 3, 15).

   3-10. Los padres del ex ciego (JN. 9, 18-23).

   Los judíos tenían que demostrar como diera lugar que el ex ciego fingió su enfermedad a fin de que Jesús llevara a cabo el falso prodigio de su curación. Los padres del recién sanado les dijeron que efectivamente su hijo había sido ciego, pero que no sabían cómo había empezado a ver, ni quién había hecho semejante prodigio tan inesperado. ¿Por qué se expresaron los padres del ex ciego en esos términos? Los fariseos habían tomado la decisión de expulsar de la Sinagoga a todos los que aceptaran a Jesús como Cristo -o Mesías-, lo cual tenía serias consecuencias. Los padres del ciego podrían haber recibido el castigo de estar entre una semana y un mes sin participar en la oración común. Otra de las excomuniones temporales, consistía en obligar a los expulsados de la Sinagoga a vestirse de luto durante un mes, sentarse en el suelo, dejarse crecer el cabello y la barba, privarse de baños y ungüentos, y no asistir a la oración común. La tercera expulsión era de carácter indefinido, y el pueblo tenía prohibido dirigirles la palabra a los excomulgados, a quienes se les podía confiscar todos sus bienes, e incluso se les podía desterrar del país. Bajo esta perspectiva, comprendemos la tibieza de los padres del ex ciego, que no apoyaron a su hijo, e hicieron un gran esfuerzo para no hablar contra Jesús, arriesgándose a sufrir, con mucha suerte, la primera o la segunda expulsión de la Sinagoga anteriormente citadas, lo cual los hubiera deshonrado de por vida ante su pueblo. A pesar de lo dicho, Jesús no se les hizo el encontradizo a los padres del ex ciego como lo hizo con el hijo de los tales, por causa de la tibieza que manifestaron ante los fariseos. ¿Comprendemos por qué para los padres del ex ciego era más importante conservar su status que la curación de su hijo ciego? Este hecho me recuerda a los gerasenos que aparecen en MC. 5, 1-20, a quienes les importaron más los cerdos que los demonios arrojaron al mar, que la liberación de su convecino de las garras de los espíritus malignos.

   3-11. Los fariseos siguieron acosando al ex ciego para lograr su propósito de desenmascarar a Jesús (JN. 9, 24-27).

   No era la primera vez que el ex ciego escuchaba las mismas preguntas de los fariseos, pero él, aunque no conocía a Jesús, sabía que el Señor lo curó, y que gracias a ello, llevó a cabo una gran transformación en su vida, que deseaba narrarles a todos sus conocidos.

   Aunque no nos sepamos la Biblia de memoria para lograr ser predicadores intachables, podemos hablarles de Cristo a quienes estén dispuestos a escucharnos, dando testimonio de la fe que profesamos. Si les decimos a nuestros oyentes cómo Dios ha cambiado nuestras vidas, muchos de los tales desearán abrazar la fe que profesamos.

   3-12. El ex ciego fue expulsado de la Sinagoga (JN. 9, 28-34).

   La fe del recién convertido fue probada con gran dureza por los fariseos, quienes lo acosaron y terminaron expulsándolo de la Sinagoga. Los cristianos podemos estar expuestos a tener muchos problemas por seguir a Jesús, e incluso podemos perder relaciones, propiedades e incluso la vida, pero la vida eterna de gracia que Jesús nos da, nadie nos la puede arrebatar.

   Los fariseos, a pesar de su gran formación religiosa, desconocían el origen de Jesús, pero el ex ciego sabía que el Mesías lo había curado. El hombre carente de formación religiosa porque vivió para mendigar para subsistir, mostró una fe superior a la de aquellos intérpretes de la Ley sedientos de poder, riquezas y prestigio. La instrucción religiosa es muy importante para quienes desean tener fe en Dios, pero, la fe y la formación, no siempre están relacionadas.

   Para los fariseos, Jesús era pecador, porque no se amoldaba al cumplimiento de su voluntad, pero, para el ciego, ¿cómo era posible que Jesús pudiera hacer semejante prodigio, siendo enemigo de Dios? Con respecto a nosotros, si nuestra fe además de ser intelectualizada fuera práctica, tendríamos una creencia en Dios tan grande como la manifestada por el ex ciego, al final del presente Evangelio.

   3-13. ¿Creemos en el Hijo del hombre? (JN. 9, 35-38).

   Jesús, por llevar años bajo la presión que ejercían sobre Él las autoridades religioso-políticas, quienes en lugar de amenazarlo con excomulgarlo, se disponían a quitarle la vida, sabía lo que sentía el recién curado al haber sido excomulgado injustamente de la Sinagoga, y se le hizo el encontradizo para consolarlo, y, si le era posible, unirlo a su comunidad de fe.

   Oremos y trabajemos para emular a Jesús, a la hora de hacernos los encontradizos con quienes sufren por cualquier motivo, con el fin de poder ayudarlos, en conformidad con nuestras siempre escasas y benditas posibilidades.

   Cuando el ex ciego aceptó a Jesús como Mesías, además de haber recuperado la vista física, alcanzó la visión espiritual de Jesús.

   3-14. El juicio de Jesús sobre el mundo que rechaza al Hijo del hombre y a sus hermanos en la fe (JN. 9, 39-41).

   Jesús vino al mundo para hacer que los que no ven a Dios lo vean, y para ver cómo quienes desean manipular a Yahveh para obligarlo a hacer su voluntad, no dejan de ser ciegos espirituales. El pecado de los fariseos consistió en no reconocer al Mesías de Dios. Ello no es pecado para los carentes de instrucción religiosa, pero es el pecado de la ignorancia voluntaria, para quienes conocen la voluntad de Nuestro Padre común.

   3-15. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos, individualmente.

   3-16. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de asimilarlos.

   4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en JN. 9, 1-41 a nuestras vidas.

   Respondemos las siguientes preguntas, ayudándonos del Evangelio que hemos meditado, y de la consideración que aparece en el apartado 3 de este trabajo.

   3-1.

   1. ¿Por qué no ignoró Jesús al ciego de nacimiento centrándose exclusivamente en los creyentes y en los curiosos que lo rodeaban?
   2. ¿Cuál era la misión vital del ciego de nacimiento?
   3. ¿Por qué no es creíble el hecho de que el rico epulón ignorara la dramática situación del pobre Lázaro?
   4. ¿Ignoramos a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales?
   5. ¿Qé hacemos para ayudar a quienes sufren por cualquier motivo?
   6. ¿Qé podemos hacer para mejorar la calidad de los servicios que les prestamos a quienes necesitan nuestros dones espirituales y materiales?

   3-2.

   7. ¿Por qué ha de ser interpretada la biblia partiendo de la mentalidad de sus autores y de los lectores inmediatos de la misma?
   8. ¿Antepone Dios su justicia a su amor?
   9. ¿Antepone Dios su amor a su justicia, o es al mismo tiempo un Padre misericordioso y un Juez justo?
   10. ¿Por qué mandaba Dios asesinar en el Antiguo Testamento, y en ciertos casos Él mismo cometió grandes crímenes?
   11. ¿Se nos predica a Dios como Padre misericordioso, o como Juez egoísta y tirano, que nos ama bajo la condición indispensable de que cumplamos su voluntad, aunque no la comprendamos?
   12. ¿Intentamos comprender la voluntad de Dios, o tenemos que cumplirla aunque no la comprendamos para evitar pecar?
   13. ¿Cómo se justifica a Dios por haber salvado a Jesús de la matanza de los Santos Inocentes de Belén, y haber obviado la vida de los pequeños cuyas cabezas fueron cortadas sin compasión por una centuria de soldados de Herodes?
   14. ¿Por qué constituye para nosotros una crueldad el hecho de que Dios no impidiera el asesinato de los pequeños niños de Belén al mismo tiempo que salvó la vida de su Unigénito?
   15. ¿Por qué era para los primeros cristianos un honor el hecho de imitar a los Santos Inocentes a la hora de morir por su fe en Jesús?
   16. ¿Cuál era la causa por la que los judíos creían que muchos de ellos tenían que sufrir?
   17. ¿Qué significan las enfermedades desde el punto de vista de Jesús?
   18. ¿Creemos que Dios nos envía las causas por las que sufrimos? ¿Por qué?
   19. ¿Quiere Dios que suframos?
   20. ¿Cómo es posible que Dios, si es Nuestro Padre bueno y nos ama, desee que suframos?
   21. ¿Cómo es posible que Dios no encuentre un medio para adaptarnos al cumplimiento de su voluntad más eficaz que los problemas que tenemos?
   22. ¿Quiénes han cometido los pecados por cuyas consecuencias muchos no estamos totalmente sanos?
   23. ¿Qué son las enfermedades desde el punto de vista de Jesús?
   24. ¿Por qué no nos evita Dios las circunstancias adversas que vivimos si es Todopoderoso?
   25. ¿Por qué no es Dios el origen del mal según la óptica de Jesús?
   26. ¿Cuál es la traducción correcta de MT. 10, 29?
   27. ¿Cuál es el malentendido generado por la traducción incorrecta del citado versículo mateano?
   28. ¿Cómo hemos de interpretar correctamente el citado texto bíblico?
   29. ¿Por qué está más presente entre los cristianos la imagen del Dios terrible y justiciero que la imagen del Padre misericordioso?
   30. ¿Qué pretendió Jesús por medio de su Pasión y posterior muerte?
   31. ¿Por qué se vincula en la biblia el origen del mal con el pecado original de Adán y Eva?
   32. ¿Qué consecuencias tuvo el pecado original para Adán, Eva y sus descendientes de todos los tiempos? ¿Por qué?
   33. ¿Cómo creían los judíos que Dios los premiaba por cumplir su voluntad antes de que aconteciera la cautividad babilónica?
   34. ¿Por qué empezaron a pensar algunos judíos durante el tiempo de la citada cautividad que Dios premiaría a sus hijos con la plenitud de la dicha más allá de esta vida marcada por situaciones adversas?
   35. ¿Por qué podían sentirse quienes sufrían en Israel amados por Dios si pensaban en alcanzar la plenitud de la dicha más allá de esta vida?
   36. ¿Por qué se rodeó Jesús de pastores el día de su Natividad?
   37. ¿Puede ser Yahveh al mismo tiempo el Dios de los pobres y de los ricos? ¿Por qué?
   38. ¿Por qué no podemos preguntarnos por qué enfermamos, pero sí debemos preguntarnos para qué enfermamos?
   39. ¿Cuándo conoceremos el para qué de nuestras enfermedades? ¿Quién nos informará con respecto a ello?

   3-3.

   40. ¿Qué significan el día y la noche en la simbología joánica?
   41. ¿Por qué no podemos servir a Dios cuando nuestra fe es puesta a prueba de la misma manera que cuando la misma es fuerte y estable?
   42. ¿Cuáles son las obras que hizo Jesús en su tiempo que el Señor desea que sigamos llevando a cabo?
   43. ¿Es posible enumerar todas las obras de misericordia que podemos hacer? ¿Por qué?

   3-4.

   44. ¿Cómo llegó Jesús a ser la luz del mundo para sus discípulos antes de redimir a la humanidad?
   45. ¿Cómo fue Jesús la luz del mundo para sus Apóstoles durante el tiempo pascual en que concluyó su formación espiritual?
   46. ¿Cómo es Jesús la luz del mundo para quienes creemos en Él desde que aconteció su Ascensión al cielo?

   3-5.

   47. Antes de llevar a cabo sus prodigios, Jesús se aseguraba de que quienes iba a beneficiar querían recibir las dádivas que les iba a conceder, pero, ¿por qué hizo una excepción con el ciego de nacimiento que aparece en el Evangelio de hoy?
   48. ¿Con qué hizo Jesús el lodo que untó en los ojos del ciego de nacimiento?
   49. ¿Por qué cometió Jesús un gran pecado al hacer barro desde la óptica de los fariseos?
   50. ¿Qué creían de la saliva y del lodo los judíos?
   51. ¿Qué recordó Jesús al untar barro en los ojos del ciego?
   52. ¿Qué le presentó Jesús al ciego cuando le untó el barro en los ojos?

   3-6.

   53. ¿Cómo probó Jesús al ciego de nacimiento para que se demostrase a sí mismo si realmente quería ver?
   54. ¿Qué tenía que hacer el ciego si quería ver?
   55. ¿Por qué tenía que lavarse el ciego los ojos en el estanque de Siloé si quería ver?
   56. ¿Por qué no pudo ser curado el paralítico de JN. 5 en la piscina de la Ley sin ser ayudado por Jesús?
   57. ¿Qué efecto tiene en nosotros la religiosidad basada en el cumplimiento constante de normas?
   58. ¿Qué hace en nosotros la fe en el amor que Dios nos manifiesta?
   59. ¿Qué le sucedió al ciego apenas tuvo los ojos limpios de lodo?
   60. ¿En qué se diferencia la curación del ciego de nacimiento del Sacramento del Bautismo?

   3-7.

   61. ¿Por qué los vecinos del ex ciego se mostraron escépticos ante el prodigio que realizó Jesús?
   62. ¿Cómo reaccionaríamos nosotros si un conocido nuestro del que sabemos que lleva mucho tiempo padeciendo una enfermedad nos dijera que Jesús lo ha curado?
   63. ¿Por qué desapareció Jesús de la escena evangélica cuando los vecinos del ex ciego dudaron respecto del prodigio que llevó a cabo?
   64. ¿Podemos creer en los prodigios que hizo Jesús sin haber podido constatarlos?
   65. ¿Cómo actuamos cuando se nos interroga respecto de nuestra profesión de fe?
   66. Si no se nos interroga respecto a la vivencia de la fe que profesamos, tendríamos que revisar nuestra manera de pensar y nuestro modo de proceder en la viña del Señor.

   3-8.

   67. ¿Por qué eran los fariseos enemigos jurados de Jesús?
   68. ¿Tenemos los cristianos la pretensión de adaptar al Señor a la consecución de nuestras metas tal como quisieron hacerlo los fariseos?
   69. ¿Somos conscientes de que es necesario que nos adaptemos al cumplimiento de la voluntad de Dios para poder alcanzar la plenitud de la felicidad, porque Él es más perfecto que nosotros?
   70. ¿De qué se aprovecharon los fariseos para tener una excusa más por la que condenar a Jesús a muerte?
   71. ¿Por qué se sintieron los fariseos provocados por Jesús?
   72. ¿Cómo empezaron los fariseos a trabajar para responder a la provocación de Jesús?
   73. ¿Por qué se fortalecía la fe del antiguo ciego en Jesús, mientras que los fariseos aumentaban su odio al Mesías?
   74. ¿Por qué disentían los fariseos respecto a la Persona y el prodigio que realizó Jesús?
   75. ¿Cómo podemos distinguir a un líder religioso honrado de otro que se aprovecha de los incautos para enriquecerse a nivel material?

   3-9.

   76. ¿Por qué era importante para los fariseos conseguir que el antiguo ciego hablara en contra de Jesús?
   77. ¿Profesamos nuestra fe con esperanza y seguridad, tal como el ex ciego dijo de Jesús que es un Profeta?

   3-10.

   78. ¿Por qué causa interrogaron los fariseos a los padres del antiguo ciego?
   79. ¿Por qué los padres del ex ciego no hablaron ni a favor ni en contra de Jesús?
   80. ¿Por qué pensaron los fariseos en expulsar de la Sinagoga a los seguidores de Jesús?
   81. ¿Qué tres castigos podían recibir los expulsados de la Sinagoga?
   82. ¿Por qué no se les hizo el encontradizo Jesús a los padres del ex ciego?
   83. ¿Comprendemos por qué muchos se niegan a salir de las denominaciones religiosas cuyos líderes los distanciaron de sus familiares?

   3-11.

   84. ¿Por qué no dejó de creer en Jesús el ex ciego a pesar de la presión constante que los fariseos ejercieron sobre él?
   85. ¿Somos capaces de mantener nuestra fe viva y de predicarla con nuestras palabras y obras cuando sentimos que somos los únicos seguidores de Jesús de nuestro entorno social?
   86. ¿Cómo podemos predicar la Palabra de Dios aunque no nos sepamos la biblia de memoria?

   3-12.

   87. ¿Qué vida no nos será quitada si no dejamos de profesar nuestra fe, aunque ello tenga consecuencias difíciles de afrontar para nosotros?
   88. ¿Cómo es posible que los fariseos desconocieran a Jesús, y que el ex ciego, a pesar de no conocer al Señor, supiera que el nuevo Mesías es un Profeta?
   89. ¿Por qué no siempre están relacionadas la fe y la instrucción religiosa que recibimos?
   90. ¿En qué se diferencian la fe intelectualizada y la fe práctica?
   91. ¿Por qué necesitamos que nuestra fe sea intelectualizada y práctica para lograr llegar a ser los discípulos de Jesús en los que Nuestro Padre común piensa desde la eternidad?

   3-13.

   92. ¿Por qué sabía Jesús lo que sentía el ex ciego por haber sido expulsado de la Sinagoga?
   93. ¿Cómo tratamos a los excomulgados por nuestra Iglesia -o Congregación-?
   94. ¿Para qué se le hizo Jesús el encontradizo al recién curado?
   95. ¿Tratamos de igual manera a quienes les predicamos la Palabra de Dios independientemente de que se unan a nuestra Iglesia?
   96. ¿Por qué son buenas las posibilidades que tenemos para ayudar a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales, aunque no podamos darles todo lo que precisan?
   97. ¿Qué le sucedió al ex ciego cuando aceptó a Jesús como Mesías?
   98. El Evangelio que meditamos en el presente trabajo, fue escrito para ser meditado por cristianos que tuvieron que sobrevivir a persecuciones, que no debían hacerles perder la fe, que muchos de ellos conservaron, como el mejor de los tesoros. Oremos para que jamás ningún cristiano se sienta presionado por los no creyentes, y para que los cristianos, cuando seamos mayoría absoluta, sepamos respetar a quienes tienen creencias distintas a las nuestras.

   3-14.

   99. ¿Para qué vino Jesús al mundo?
   100. ¿En qué consistió el pecado de los fariseos, el cual no es pecado para quienes desconocen al Señor?

   5. Lectura relacionada.

   Leamos y meditemos EF. 5, 8-21, un texto en el que San Pablo nos insta a vivir siendo iluminados por Cristo Resucitado.

   6. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 9, 1-41.

   Adoptemos el compromiso de dejarnos iluminar por Cristo Resucitado, y de ser luz, para quienes quieran conocer al Dios Uno y Trino.

   Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.

   7. Oración personal.

   Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del mismo que hemos hecho.

   Ejemplo de oración personal:

   Señor Jesús:

   Inspírame tu gran amor, la fe que necesito para ser el discípulo tuyo que quieres que sea, y la esperanza cierta de poder vivir para siempre en tu presencia.

   8. Oración final.

   Leamos y meditemos el SAL. 36, 6-11.

   José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en

joseportilloperez@gmail.com