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Meditación de GN. 3, 1-20 y referencia a los dogmas marianos. (Meditación para la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima. 8 de diciembre).

   Meditación.

   1. Meditación de GN. 3, 1-20 y referencia a los dogmas marianos.

   Estimados hermanos y amigos:

   Aunque la primera lectura correspondiente a la Solemnidad que estamos celebrando sólo abarca los versículos 9-15 y 20 del capítulo 3 del primer libro de la Biblia, he creído necesario comentar los primeros veinte versículos, para así poder reflexionar mejor, sobre el papel que desempeña Nuestra Santa Madre, en la redención de la humanidad.

   ¿Con qué finalidad creó Dios a la humanidad? Dios creó el universo, y vio que estaba bien, -es decir, que su obra existía, de acuerdo con el propósito con que la creó- (GN. 1, 31). Dios no creó el universo casualmente, sino que lo hizo con el propósito de contribuir a la creación de un Reino, en que habitaran el amor, la paz y la armonía.

   Dios creó ángeles para que nos sirvieran a Él y a los hombres (HEB. 1, 7. 14). Dios no hizo de los ángeles esclavos, sino que los dotó de la libertad necesaria para que eligieran servirlo, o rechazarlo. En el libro de Job, vemos cómo se alegraron los ángeles, cuando Nuestro Santo Padre creó la tierra (JOB. 38, 4-7).

   De la misma manera que muchos hombres rechazan a Dios, también hubo ángeles que se revelaron contra Nuestro Padre común (AP. 12, 3-4).

   Al igual que los ángeles, los hombres también fueron creados para servir y glorificar a Dios. Esta es la causa por la que en la Biblia se describe la creación del género humano, y Dios hace que los hombres dominen la tierra, haciéndoles conocer el amor con que les ama, haciéndolos copartícipes con Cristo de su futuro Reino mesiánico (GN. 1, 26-28).

   Aunque Dios le concedió al hombre poder sobre la creación, le impuso una prueba, para que le mostrara lealtad. Tal prueba consistía en que el hombre le permaneciera fiel, no haciendo de la soberbia su propia divinidad (GN. 2, 16-17).

   Adán y Eva fueron creados en estado puro, -es decir, nuestros primeros padres, no estaban marcados por la mácula del pecado- (GN. 2, 25). Tal desnudez, ha de ser entendida en el sentido de que ambos eran inocentes, pues no habían pecado.

   Adán y Eva tenían que cuidar el jardín en que Dios los puso mientras probaba su fidelidad a Él, pero, ¿hasta cuándo se prolongó la buena relación existente entre la Suma Divinidad y nuestros primeros padres?

   (GN. 3, 1). La serpiente es un símbolo del Demonio o Satanás. Tal como vimos anteriormente, Dios les prohibió a Adán y a Eva que se alimentaran del fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal, y no de los frutos del resto de los árboles del Edén. Notemos cómo Satanás utilizó una pregunta engañosa con el doble propósito de granjearse la confianza de Eva, y de empezar a hacerla sentirse mal, por vivir sometida a Dios.

   ¿Por qué engañó el Diablo a Eva, en lugar de llevarse a Adán a su terreno? Los hebreos consideraban que los hombres eran superiores a las mujeres en todos los aspectos. Esta es la razón por la que, el autor del texto sagrado, culpó a Eva, de que el pecado y el sufrimiento, entraran en el mundo (GN. 3, 2-5).

   ¿Por qué quiso el Demonio engañar a Adán y a Eva? Al revelarse contra Dios, Satanás, -a pesar de que sabía -y no ignora- que tiene la guerra contra Dios perdida, tiene el empeño de enemistar a los hombres con la Suma Divinidad. Esta es la razón por la que el Demonio le dijo a Eva que ni Adán ni ella necesitaban vivir sujetos a Dios, sino que debían aspirar a hacer con sus vidas lo que quisieran.

   Se nos ha enseñado que la rebeldía de nuestros ancestros se nos ha contagiado, porque, ¿quién no ha decidido en alguna ocasión prescindir de Dios, sabiendo que ello es caer en el pecado, no porque Dios es autoritario, sino porque sabe que sin Él no podemos alcanzar la plenitud de la felicidad?

   (GN. 3, 6). ¿Imitamos la conducta de Eva?

   ¿Creemos que es bueno para nosotros prescindir de Dios en nuestra vida?

   ¿Nos vemos como dioses, o consideramos como dioses los bienes que sólo tienen la finalidad de estar a nuestra disposición para facilitarnos la vida?

   ¿Creemos que la verdadera sabiduría radica en prescindir del amor a Dios y a nuestros prójimos los hombres?

   Además de no vivir como buenos cristianos, ¿hacemos lo posible para que nuestros prójimos pierdan la fe?

   Eva le dio a comer a Adán del fruto prohibido, y él aceptó dicho alimento por sí mismo, pues no lo hizo coaccionado por su mujer, aunque la idea de que Eva engatusó a Adán, ha hecho que muchas denominaciones cristianas consideren que los hombres son superiores a las mujeres, las cuales viven relegadas a la realización de la tarea de servir a sus familiares, sin voz ni voto en la toma de decisiones, que sólo corresponde a los hombres.

   ¿Qué sucedió cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios? Adán y Eva perdieron la inmortalidad, la munidad, -es decir, podían enfermarse-, y adquirieron la conciencia de la responsabilidad del acto que habían llevado a cabo (GN. 3, 7).

   Adán y Eva no se avergonzaron por causa de su desnudez física -la cual se describe en GN. 2, 25 simbolizando su inocencia tal como vimos anteriormente-, sino por causa de su inferioridad con respecto a Dios. El sentimiento debía ser en parte de vergüenza, y en parte de impotencia, por causa de su nueva y frágil condición humana.

   La desobediencia de nuestros primeros padres, si bien les hizo tener la experiencia del mal, -la cual les era desconocida-, no les fue necesaria, ya que, después de que hubiera terminado el tiempo en que tenían que demostrarle su fidelidad a Yahveh, hubieran vivido en la presencia de Dios, libres de todo padecimiento.

   ¿Cómo reaccionaron Adán y Eva ante Dios, después de comer del fruto prohibido? (GN. 3, 8-12). Imaginemos, por un momento, que Dios se pasea por el mundo, y que podemos sentir su presencia, tal como lo hicieron Adán y Eva, antes de desobedecer al Altísimo.

   ¿Cómo debieron sentirse Adán y Eva para esconderse de Dios, sabiendo que nadie ni nada puede ocultársele a Nuestro Creador? Dios llamó a Adán con la familiaridad de siempre. "¿Dónde estás?", -le preguntó-. ¿Por qué no vienes a recibirme como siempre? ¿Qué ha sido de la alegría con que siempre que nos vemos celebramos nuestra vinculación?

   Adán le replicó a Yahveh: Me he escondido de Ti porque no tengo valor en tu presencia.

   Dios sabía lo que había hecho Adán, pero intentó que el hombre le declarara su pecado, para probar su confianza. El hecho de que Yahveh fuera quien descubriera la desobediencia de Adán, fue otro motivo que lastimó a Nuestro Santo Padre.

   ¿Somos capaces de confesar nuestros pecados si hemos incumplido la Ley de Dios, o, tal como Adán culpó a su mujer de su desobediencia a Dios, buscamos excusas para justificar nuestros múltiples incumplimientos de los Mandamientos de Nuestro Creador?

   (GN. 3, 13-15). La condena de la serpiente, es la condena simbólica que le espera al diablo, cuando el mundo sea el Reino de Dios.

   El texto de GN. 3, 15, es llamado "Protoevangelio", por contener un anuncio de la obra salvadora que realizó Jesús que se nos relata en los Evangelios, y, además, es el fragmento bíblico, en que se inspiran todos los dogmas marianos.

   Dios le dijo a la serpiente: "Enemistad pondré entre ti y la mujer". Dado que Eva desobedeció a Dios, ella no puede ser nuestro ejemplo de fe a imitar, así pues, este es el hecho por el que la Madre de Jesús, es la nueva Eva, que es Madre espiritual de los católicos.

   La mujer de la que se habla en GN. 3, 15, no sólo es Nuestra Santa Madre, sino que también es la Iglesia redimida por Cristo, que está representada por Nuestra Señora.

   La enemistad existente entre la mujer y la serpiente, es la enemistad existente entre Dios y el mundo que le rechaza.

   El linaje de la mujer, son los hijos de la Iglesia, y, el linaje de la serpiente, son los aliados del Demonio.

   El hecho de que el linaje de la mujer le pisará la cabeza al linaje de la serpiente, significa que, aunque Jesús fue víctima del linaje de Satanás, el Señor, al resucitar de entre los muertos, venció al Demonio. La derrota de Jesús fue breve, si es comparada con los siglos sin término que se prolonga su glorificación.

   Si el texto de GN. 3, 15 se refiere a la descendencia de la mujer, -a Jesús, Hijo de María Santísima-, ¿por qué es utilizado para promover los dogmas marianos? Eva, -la primera mujer que fue creada por Dios-, tenía que haber sido un modelo de fe a imitar para toda la humanidad, pero ella decidió desobedecer a Yahveh, lo cual exigía que fuera otra mujer la que ocupara su lugar, que hubiera nacido con el privilegio de estar libre de la mancha del pecado original, que la Iglesia junto a San Pablo (ROM. 5, 12), enseña que todos contraímos, a partir del momento en que fuimos concebidos.

   Al leer la Biblia, nos percatamos de que nadie ni nada que esté relacionado con Dios, puede estar marcado por la mácula del pecado, así pues, recordemos lo escrupulosa que era la Ley mosaica con respecto a la pureza, y que, para que el sacrificio de la Redención de la humanidad fuese válido, tenía que ser llevado a cabo por Nuestro Salvador, una víctima pura, que jamás desobedeció a Dios. Por último, recordemos que, si queremos vivir en la presencia de Nuestro Santo Padre, tenemos que vivir un proceso de purificación, con el propósito de ser santificados.

   Hoy celebramos el hecho de que Nuestra Santa Madre nació libre de padecer los efectos de la mácula del pecado original. Nosotros no podemos redimirnos por nuestros medios. Lo que somos, y lo que seremos cuando nuestro mundo sea el Reino de Dios, se lo debemos a Nuestro Santo Padre. Vivimos intentando cumplir la voluntad divina, para agradecerle a Dios el bien que nos ha hecho, dado que nuestras obras de seres imperfectos, no pueden compararse con la suma perfección de Nuestro Creador. Seremos salvos porque Dios nos ama, no por nuestros méritos.

   Si Nuestra Santa Madre nunca desobedeció a Dios, ello significa que le consagró su virginidad a Yahveh. La relación mantenida entre el Señor y quienes creen en Él, es comparada con una relación matrimonial. Esta es la razón por la que, cuando nuestra tierra sea el Reino de Dios, la humanidad redimida se entregará a su Señor, tal como lo hace una virgen al que será su marido.

   Por ser Madre de Dios, y por el dolor que sufrió durante las horas que se prolongó la Pasión de Nuestro Salvador, las cuales antecedieron a su Resurrección, creemos que Santa María es la Corredentora de la humanidad, lo cual justifica el papel que le atribuimos, al interpretar los símbolos de GN. 3, 15.

   Si Nuestra Santa Madre pudo corredimir a la humanidad en virtud de los méritos de Nuestro Salvador y de su pureza virginal, es lógico creer que fue asunta al cielo en cuerpo y alma, porque, al no estar marcada por la mácula del pecado original, no tiene que padecer la muerte, de la que San Pablo enseña que es el precio que pagamos, por haber nacido padeciendo los efectos de la desobediencia original (ROM. 6, 23A), y por causa de nuestros pecados personales.

   Y si Dios lo quiere, llegará el día en que sea proclamado el quinto dogma mariano, para que ello contribuya a fortalecer nuestra fe y a aumentar los hijos de nuestra Santa Madre la Iglesia, para que quede demostrado que, por ser nuestra Corredentora, María Santísima es, ante el Señor Nuestro Dios, la Abogada que necesitamos, y la Medianera de todas las gracias, por cuanto le pide al Señor todos los bienes que nos concede, por lo cuál nos regocijamos, porque, de alguna manera, -en términos espirituales-, las dádivas que recibimos de Dios, están en las manos de Nuestra Santa Madre.

   (GN. 3, 16). Este es el versículo bíblico cuya interpretación ha sometido a muchas mujeres a los hombres, por creer los tales que ellas son las responsables de que existan el mal y el dolor, por ser descendientes de Eva. Sé que esta creencia es discutible, pero me la han confirmado líderes de diferentes sectas y denominaciones cristianas.

   Por su parte, el hombre fue castigado, por escuchar la voz de la mujer que lo indujo a pecar, en lugar de obedecer la instrucción divina, que le fue dada, en espera de la conclusión de la prueba de fidelidad, a la que Yahveh lo sometió (GN. 3, 17-20).

   El texto que hemos meditado, termina afirmando dos cosas:

   1. Adán le puso nombre a su mujer, cumpliendo el anuncio que Dios le hizo a Eva, de que debía vivir sometida a su esposo, pues, para los hebreos, el hecho de conocer el nombre de una persona, significaba tener poder sobre la misma.

   2. Si Eva es la madre de la humanidad porque somos sus descendientes, María de Nazaret, es Nuestra Madre espiritual.

José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com